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Diario YA


 

LA DEMOGRESCA

Rafael Nieto, director de Sencillamente Radio en Radio Inter. De la misma forma que encontraríamos absurdo que para dar un diagnóstico a un enfermo, el equipo médico preguntase la opinión a sus familiares o amigos, o no entenderíamos que un mecánico hiciese un referéndum entre los vecinos de su barrio para decir a un cliente lo que le ocurre a su coche, carece por completo de sentido pretender que la mayoría de los españoles puedan saber qué es lo mejor para España. La democracia tiene, indudablemente, una razón de ser y una justificación para ser considerado el menos malo de los sistemas probados hasta ahora, pero no es, en modo alguno, la panacea para arreglar los problemas de un país.

España ha pasado, en sólo unas décadas, de preocuparse por lo que era mejor para la Patria y para el conjunto de los españoles, a preocuparse por consolidar un sistema supuestamente representativo en el que se nos concede, en teoría, la posibilidad de elegir a nuestros gobernantes, pero de espalda a los que son, objetivamente, los problemas más acuciantes que padecemos. Y los problemas más acuciantes que padecemos, que seguimos padeciendo son, por este orden: la pérdida de valores morales en la sociedad, la imposición de modelos educativos adoctrinadores que falsean esos valores, la relativización de la importancia de la unidad de España, y la llegada al poder de una casta de políticos profesionales a los que la Patria les importa una higa.

Insisto en que no pretendo establecer un debate "democracia sí, o democracia no", porque creo firmemente que ese debate ha sido superado por los acontecimientos, y no es posible en estos momentos plantear una alternativa razonable a la democracia. Sí es posible, creo, mejorar, pulir los innumerables defectos que presenta el Sistema para encontrar la manera de arreglar el enorme desaguisado que tenemos encima en estos momentos. Con dos grandes partidos, PP y PSOE, que están en trance de desaparición, y con una fuerza emergente, Podemos, que de momento es una incógnita pero que nos remite a lo más dramático, a lo más terrible de la historia de España y de Europa, por las ideas que defiende.

Mi admirado Juan Manuel de Prada usa el término "demogresca" para referirse a este subproducto que rige el aparato del Estado. Una demogresca en la que las generaciones que dicen son las más preparadas de la historia de España, pero que en la práctica no son capaces más que de presentar títulos universitarios cada vez con menos valor objetivo, son las que deciden quién debe gobernar. No para buscar el Bien Común de los españoles; no para resolver los problemas más graves; no para hacer que brille la Justicia y la Paz entre todos. Solamente para que mande, henchida de odio y revanchismo, una opción ideológica concreta.

Lo de menos, pues, es España. Lo de menos es esta nación milenaria, hogar común de todos nosotros y de nuestros antepasados, para dejar a las próximas generaciones una tierra mejor y más próspera. Aquí de lo que se trata, simple y llanamente, es de que manden con despotismo los nietos de los que perdieron la guerra del ´36, o para que conserven el poder temporalmente los nietos de los que la ganaron (y que curiosamente se avergüenzan de ello). Esa es la pobre, la desdichada España que hemos construido en estas cuatro últimas décadas.

Habrán observado ustedes que mientras afloran los tuits escritos por los comunistas de Podemos hace unos meses, y que les retratan perfectamente como lo que son (en realidad, como lo único que pueden ser defendiendo esas ideas), el PP de Mariano Rajoy se ha limitado a presentar una serie de cambios de cromos en la Ejecutiva del partido, lanzando a sus votantes una conclusión clara: como no tenemos ideología que defender, como no tenemos una idea de España, como hemos aceptado mansamente todo lo que la izquierda nos ha impuesto en los últimos años, cambiamos a unas cuantas personas y listo el bote. Para Rajoy, la palabra "regeneración" se refiere únicamente a la epidermis, a la imagen, a lo mediático; nunca se plantea operaciones de cirugía mayor, por necesarias que sean.

A nada llegaremos por esa vía. A nada más que al agravamiento de esta crisis moral que nos consume si creemos que cambiando unas caras por otras se cambia realmente algo. La derecha descafeinada ha demostrado ya sobradamente que es incapaz de salvar a España de su ruina, que por mucho que insistan algunos, no es económica. Nuestra historia ha demostrado que cuando se tienen valores eternos que defender, todo funciona, incluida naturalmente la economía, que no es otra cosa que una consecuencia del estado de salud de la nación. Pero a esta casta parasitaria bipartidista siempre le ha faltado una visión global de España.

 

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