La derecha española ante Piñera: un giro copernicano
José Díaz Nieva. El 15 de enero de 2006 era elegida como presidente de Chile la socialista Michelle Bachellet. En aquella ocasión, y apoyando a la candidata de la Concertación, se encontraban dos políticos españoles: Felipe González (representado, evidentemente, al PSOE) y Jorge Moragas (que curiosamente, y para sorpresa de algún lector, representaba al PP).
Pero ello tiene una fácil explicación. En 1989, el IX Congreso de la extinta Alianza Popular, bautizado como Congreso de la Refundación, sentó las bases de un nuevo proyecto político. AP pasó a denominarse Partido Popular (PP) y absorbió a elementos provenientes de la democracia cristiana, que por aquel entonces encabezaba Javier Rupérez. Un año más tarde José María Aznar se convertiría en el presidente de la nueva agrupación, incorporando al PP a la Internacional Demócrata Cristiana. Con ello trastocaba las alianzas políticas de la vieja y fenecida AP, Chile incluido.
Alianza Popular había mantenido relaciones con una pequeña agrupación de centro-derecha llamada Movimiento de Unidad Nacional, dirigida por Andrés Allamand y Alberto Espina, la cual además no dudaba en mostrar sus discrepancias con el régimen militar. Ésta agrupación pasó a integrarse en 1987 en Renovación Nacional. Pero la situación había cambiado, y desde ese momento el interlocutor del PP en Chile sería el Partido Demócrata Cristiano (PDC). ¿Trataba el PP de alejarse de sus antiguos socios, a los que muchos acusaban de pinochetistas? Tal vez trasladaba al caso chileno sus propios fantasmas, ese pasado franquista de sus fundadores (recuerden a los llamados 7 magníficos) y por ello trataba de escapar de cualquier identificación con la derecha chilena, sin entrar a cuestionar que esa misma derecha hacia lo propio. ¿Quién en Chile afirmaría que Sebastián Piñera, Alberto Espina o Andrés Allamand son unos furibundos pinochetistas? Desde luego nadie que no quiera hacer simple y llanamente pura demagogia.
Pero volvamos al PP. Durante años su interlocutor ha sido el Partido Demócrata Cristiano chileno y por eso mismo, y por raro que parezca, el PP no dudó en manifestar su alegría ante la victoria de la Concertación (de la que el PDC forma parte junto con formaciones de izquierda) en 1993, 1999 y 2005, felicitando a Eduardo Fri Ruíz-Tagle, a Ricardo Lagos Escobar o a Michelle Bachellet, aunque estos dos últimos fueran socialistas. Algunos militantes populares iban más lejos y recordaban los años de exilio y represión que estos habrían sufrido durante el gobierno militar.
Y ahora, ¿qué ha ocurrido ahora? Pues algo que nos puede recordar a las dos caras de Jano, un desdoblamiento de la personalidad, un reflejo de mister Jekyll y mister Hyde. El PP, con Mariano Rajoy a la cabeza, respaldaba la candidatura de concertacionista de Eduardo Frei, José María Aznar hacía lo propio con Sebastián Piñera, el candidato de la derecha, desplazándose incluso a Chile para darle su apoyo, durante el transcurso de unas jornadas de trabajo de los Grupos Tantauco, responsables de la elaboración del programa electoral de Piñera. Es más, Aznar ha venido visitando aquel país desde hace tiempo, y en cada viaje, para desgracia del PDC, se ha ido acercando más a la derecha y soltando amarras con la democracia cristiana. Ver para creer.
Pero lo que nos preguntamos, ahora que al parecer entre Aznar y Piñera encontramos una buena sintonía, es si por boca de Aznar podríamos llegar a escuchar un discurso como el pronunciado por Piñera cuando dirigiéndose a sus electores les daba las gracias por la confianza puesta en su persona: Quiero “agradecer a Dios por la maravillosa Patria que nos regaló”. Idea que vuelve a repetir párrafos después “Quiero especialmente agradecerle a Dios por habernos regalado un país maravilloso y bendito, y pedirle con mucha humildad la sabiduría, la nobleza, la fuerza y la prudencia para ser un buen Presidente”. Para concluir con un “Que Dios los bendiga y bendiga también a nuestra patria”. No es frecuente que un político hable de la presencia de Dios en un discurso de esta naturaleza, aunque sea para recordar que todos “Somos hijos de un mismo Dios, respiramos el mismo aire, nos calienta el mismo sol y compartimos un futuro de hermanos”. Como tampoco lo es que se hable de la Patria como lo ha hecho Sebastián Piñera, al afirmar que su política será un “ariete para luchar contra la delincuencia, la droga, las injusticias y los abusos. Y un alma para construir la Patria grande, libre y justa”. Esa idea de Patria fue otra de las ideas centrales de ese discurso: “Todos juntos seremos ese ariete, y todos juntos seremos esa alma que la Patria necesita”.
Sin entrar a analizar el contenido de esas palabras, son muchos chilenos los que esperan que no sean una simple retórica y que Piñera sea consecuente con esa idea de Dios cuando tenga que abordar temas sobre la vida, la familia o la educación; y que esa idea de Patria le lleve a buscar políticas más sociales o a buscar acuerdos que ayuden a cerrar viejas heridas en pos de una auténtica reconciliación nacional.