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Diario YA


 

la aparente verdad radica en que cada mejora es un cierto cambio

La dicotomía entre progresismo y conservadurismo

Pedro Sáez Martínez de Ubago. Este sábado las Juventudes Socialistas de Cádiz han organizado en el centro cívico “La Noria”, en Olvera, el “Foro Joven Progresista”, un acto que ha congregado a medio centenar de jóvenes y que ha contado con las intervenciones de Gabriel Alconchel, director general del INJUVE, y el parlamentario gaditano Ismael Vaca, donde se han analizado los logros del PSOE en materia de Juventud. El encuentro tenía como fin debatir y reflexionar sobre las acciones llevadas a cabo por los gobiernos socialistas para el progreso de la juventud gaditana. Alconchel ha remarcado, la defensa de las políticas de juventud en ámbitos tan importantes como la educación que “Desde 2004 hasta hoy el presupuesto para becas ha aumentado en un 80%, consiguiendo llegar a más de un 5% del PIB destinado a educación, una mejora en inversión educativa que nos ha colocado al nivel de los países desarrollados de la Unión Europea” y ha resaltado “el apoyo a la emancipación juvenil a través de la Renta Básica de Emancipación de la que se benefician a día de hoy más de 300.000 jóvenes en España”. A su vez, el parlamentario Ismael Vaca ha señalado que desde la comunidad autónoma de Andalucía, con un gobierno progresista, se ha apostado por la juventud, por su desarrollo personal y autónomo.
Con esta actitud, los jóvenes socialistas se suman a la tendencia de muchos presuntos pensadores actuales a simplificar las posturas políticas, culturales, etc. en la dicotomía progresista / conservador: quien preserva lo antiguo es conservador y, como el pasado, está destinado a desaparecer y quien defiende lo nuevo es progresista y su triunfo está tan claro como la llegada del día de mañana.
Este juego permite desacreditar al contrario con el simple procedimiento de etiquetarle. En España y Estados Unidos, los mayores cómplices de este tópico se vinculan a la izquierda, mientras que en Dinamarca o en Noruega el Partido del Progreso es de derecha. Y como la mentira no entiende de razones, puede usarse con fines opuestos. Lo más interesante de estas argucias son sus premisas. Ninguna mentira es convincente si no oculta sus vergüenzas con alguna verdad a medias, que le preste verosimilitud.
En este caso, la aparente verdad radica en que cada mejora es un cierto cambio, y quien se empeña en conservar todo renuncia a cualquier avance. Tal obstinación es irracional porque, si los hombres trabajan para mejorar, el resultado de millones de vidas a lo largo de siglos suele ser un cambio a mejor, un progreso. De hecho, la misma Historia demuestra que, en términos generales, hemos ido avanzando en esperanza de vida, en condiciones de bienestar y salud, en sistemas de comunicación, en las leyes y en las ciencias… Con palabras de John Morley, “cada uno de nosotros tiene sobre sí el peso de todos los siglos”
Esta verdad se desvirtúa cuando se universaliza identificando lo nuevo con lo preferible: pues, si bien todo avance es un cambio, no todo cambio es un avance. Que haya progresos históricos implica que se alcanzan metas a las que no se debe renunciar, salvo que se quiera volver a errores pretéritos. Sin progresos no habría logros dignos de ser conservados.
Contra esta evidencia, la falaz división entre conservadores y progresistas asume que no hay permanencia de los logros, sino una continua revisión donde nada debe considerarse definitivo, pues un posterior análisis podría juzgar nefasto lo que antes parecía bueno. Y en virtud de esto, en un momento oportuno, cualquier acuerdo podría romperse, cualquier derecho violarse o cualquier dogma ser negado…
Ahora bien, mientras que los cristianos defendemos la existencia del Creador y aducimos como prueba las huellas de Su obrar, los progresistas confían en algo que no pueden defender, porque para ellos no hay verdades que duren toda la Historia ni fuerzas que no sean caducas.
La única evidencia que el progresista puede aportar, y lo hace con gran eficacia retórica, es la continua sustitución de lo antiguo por lo nuevo, fundamento de su peculiar interpretación de la Historia.
Las tesis defendidas por unos y otros van cambiando al renovarse los tiempos: lo defendido ayer por el progresista será después la postura del conservador más reaccionario, enfrentado a nuevas posturas progresistas, aún más radicales. Esta interpretación lineal de la historia ha tenido cierto éxito, porque es muy simple, fácil de entender y de aplicar ventajosamente. Y por ella muchos han sido convencidos del advenimiento inevitable de tendencias que se presentaban a sí mismas como abanderadas de un progreso inexorable.
En un orden de las cosas mucho más polémico, la legislación contemporánea sobre el aborto, la homosexualidad o el divorcio (ahora defendidos por el PP) se parece mucho más a los usos de la antigua Grecia que a los de tiempos más recientes, cuando difícilmente encajaría en un esquema lineal de la Historia un hipotético avance progresista hacia mentalidades pretéritas. Por consiguiente la falaz dicotomía conservador / progresista debería arrojarse al cubo de la basura. Así pudo entenderlo un desengañado Saint-Exupery al escribir en Tierra de hombres (1939) “Cada progreso nos ha ido alejando más de los hábitos que apenas habíamos contraído y así somos verdaderos emigrantes que no han fundado todavía su patria”.
PEDRO SÁEZ MARTÍNEZ DE UBAGO