La dos cataluñas
Rafael del Barco Carreras
Se inician otros cuatro años con los políticos metidos en otro de sus cuentos, LA CONSTITUCIÓN, su reforma; por culpa de las cuentas, que se presentan oscuras, y máxime para decenas o miles de subvenciones suprimidas, acreedores de la Generalitat que no cobran, nóminas y pensiones mermadas, o constructores que ante la última certificación que una caixa no ha abonado detienen la obra, y no me alargaré en otros evidentes deterioros económico-sociales. Y ¡tranquilos europeos! La inmensa e impagable deuda española seguirá UNIDA.
Acabado el tema Estatut se inicia el de la posible reforma de la Constitución. Si Zapatero apoyó y aprobó con su mayoría en el Congreso un Estatut que un dominado Tribunal Constitucional se cargaría, ahora se reviste de nuevo como partidario de lo suprimido por la sentencia, y de nuevo promete. Al mismo tiempo, su acólito Josep Montilla, exagerando la nota se convierte en casi un independentista. Los gritos y peligro en su organizada manifestación del día 10 han hecho mella, tanto como las banderas españolas que tras décadas de silencio invadieron las calles de Barcelona festejando el triunfo del fútbol español.
Las dos cataluñas no han sido óbice para que en los últimos ciento cincuenta años, a trancas y barrancas, el País se transformara en una sociedad desarrollada olvidando en la práctica el hambre y el analfabetismo, y donde la mayoría de los ciudadanos alcanzaron un nivel de vida similar a los más avanzados países… ahora en descenso. Pero esos sentimientos, catalanistas o españolistas, en manos de políticos corruptos, se convierten en una peligrosa espoleta, y máxime alimentada por la Crisis, fruto del gran fraude inmobiliario catalán y español.
La intención en mi serie de escritos ha sido no entrar en los temas “delicados”; religión, reglas morales, patrias, tópicos progresistas o de los “otros”, en primer lugar porque esos temas ya tienen sus popes con cien mil frases ahogando mis limitados pareceres, de los que siempre dudo, y en segundo lugar porque en el meollo de la Gran Corrupción, se juntan y revuelven varias de las más destacadas figuras de todos los credos de mi Ciudad, lo que me ha convertido en un escéptico total, pero intentando ser respetuoso con las verdaderas creencias ajenas.
Si tras aquel Antonio de la Rosa, padre de Javier de la Rosa, conocido a últimos del 77 (la fuente de mis desgracias) se escondía un “hombre de misa diaria” y del Movimiento, entrega y filiación que tras un año de conocerle nunca descubrí hasta que desapareciendo publicaron sus “virtudes”, treinta años después a través de los casos Pretoria, Palau o Hacienda, se hace público que todos andan juntos y revueltos en la Gran Corrupción, y por lo tanto poco importa a mi objetivo, que uno sea independentista o catalanista de izquierda o de derechas, o españolista de derechas e izquierdas.
Me hace gracia, o “poca gracia”, que algunos de mis comentarios despierten y ofendan a unos u otros sentimientos según sea la persona o partido a quien acuso o de quien comento, aflorando lo de “matar al mensajero”, y por lo leído lo de “matar” no es metafórico. Hay quien me advierte que los “otros”, y en otros países más de lo mismo.
Para mi objetivo, no existen los “unos” o los “otros”, solo personas de carne y hueso que medrando con “unos” u “otros” se enriquecen. Los hay que presuponiendo que yo tenía el mismo objetivo me sueltan que no tengo derecho a opinar. Ignoro a que Derecho se atienen para quitarme el supremo de la “libertad de expresión”. Sobre los insultos (argumento de necios) ni comentario. Quizá deberían contentarme, puesto que si rebuznan, es que existo.
Yo no me siento NADA, ni de unos ni de otros, me importa un rábano quien gane o pierda las elecciones, lo único que siento son mi vida y la de muchos otros arrasada por verdaderos amorales que se daban golpes en el pecho o gritaban vivas a cualquier bandera, al tiempo que llenando sus cuentas en Suiza cometían toda clase de atropellos.
En mi celda durmió Pujadas, chantajeado por Pascual Estevill, en la de al lado Bertrand de Queralt (dudando entre varios abogados), o en el economato de Geriatría serví café a Planasdemunt, Forcadell (fallecidos al poco tiempo) y decenas de nombres que no quiero recordar porque por lo que sé ellos quieren olvidar, o que olviden su familia y entorno. Un imposible olvidar que se ha sido víctima hasta el nivel de entrar en la cárcel, pues alguno aun me llama pidiendo que cite el caso pero no su nombre. El “o pagas o te pudres en la cárcel” no se olvida jamás. Y entre nuestros verdugos había de todas las filiaciones políticas. Oírme “faxista”, o partidario de cualquiera de mis despreciados partidos políticos, me ofendería de no haber vivido lo pasado, pero me hace “gracia”, vaya “desgracia”.