La Embajadora de Hungría pide “volver a los valores de los padres fundadores de la UE” en su discurso de entrada a la Academia
La Embajadora de Hungría en España, Enikö Györi, pronunció una emotiva conferencia en el sexagésimo aniversario de la revolución de Octubre de 1956 recordando aquellos chicos de Pest, los estudiantes que salieron a la calle y arrastraron todo un pueblo a luchar por la libertad y la consiguieron pero, sólo durante dos semanas porque los tanques soviéticos aplastaron su sueño sin piedad. El acto se inició con la interpretación del himno de Europa, la Oda a la Alegría de Beethoven y de los himnos Nacionales de Hungría y de España. Al final del acto con oración La Muerte no es el Final se dedicó un emotivo recuerdo a los diplomáticos caídos en acto de servicio y a los jóvenes de Budapest que cayeron por la libertad. A continuación se celebró una cena de gala benéfica en el Hotel Meliá Colón en la que participaron casi 200 personas.
La sorpresa de la noche fue la inesperada actuación espontánea de Ainhoa Arteta que obsequió a los académicos con la interpretación de algunas célebres piezas de opera acompañada por los músicos italianos Tommaso Cogato y Mariarosaria D'Aprile que se encontraban entre los invitados. Presidieron los actos Sofía de Borbón Mateos Presidenta de la Junta de Académicos de Academia de la Diplomacia, el Secretario General y Presidente Ejecutivo Santiago Velo de Antelo y José Carlos Ruiz-Berdejo, Presidente de Honor del Cuerpo Consular de Sevilla y Vicepresidente de la Academia.
En su discurso de entrada a la Academia la embajadora de Hungría resaltó que “precisamente en la Academia Diplomática, entre cuyos miembros figuran embajadores y diplomáticos honorables españoles y de otros países, obviamente no es mi deber analizar largo y tendido lo que significa ser diplomático. Permítanme por tanto, que solo llame la atención sobre uno de los aspectos especialmente importantes de esta profesión. Un diplomático no solamente representa los intereses de su nación en el país de acogida, sino que en un sentido más amplio, también el interés común, bien se trate de su comunidad nacional o de la comunidad internacional. Aunque sea con algo de parcialidad, quizás estemos de acuerdo en que la diplomacia hace miles de años es tradicionalmente la rama más noble y más bonita del servicio público”. La Embajadora también tuvo un recuerdo para un diplomático español, que nosotros hacemos extensible a todos los diplomáticos españoles que siguiendo instrucciones de Madrid actuaron de la misma manera: “Por mucho que se transforme el mundo, y en concreto la diplomacia, siempre será imprescindible que como diplomáticos no solo representemos intereses, sino también valores, si hace falta, manteniéndonos firmes de forma audaz. Para todo esto, nos sirven de ejemplo nuestros antecesores de la talla del español Ángel Sanz Briz, el Ángel de Budapest, quien representó los intereses de su país como embajador durante decenios en tres continentes. Él, durante su servicio en Budapest en 1944, tras la invasión alemana y bajo la opresión más cruel de los cruciflechados, mientras miles de personas eran deportadas a campos de exterminio o fusiladas al Danubio, consiguió seguir siendo humano y dando testimonio de una valentía sobrehumana, salvando a muchos miles de judíos húngaros de una muerte segura. Por eso, el pueblo húngaro siempre estará agradecido al diplomático héroe español, a Ángel Sanz Briz, quien a su vez será siempre un modelo para todos los diplomáticos”.
Finalmente abordó la actualidad sin tapujos: “hoy, en comparación con las décadas anteriores, vivimos en una época mucho más complicada y llena de desafíos, cuando a los diplomáticos nos espera un trabajo más importante y abundante que nunca. La crisis económica que lleva persistiendo desde 2008, la crisis migratoria y ciertamente una crisis de identidad de aquella Unión Europea que ha constituido durante casi 60 años (para Hungría por culpa de la ocupación soviética solo durante 12 años) un marco seguro para la convivencia de todos los pueblos europeos. Creo que no es una exageración decir que la Unión Europea ha llegado a una encrucijada. Las decisiones que tomamos hoy van a decidir si nuestros hijos y nietos conocerán la misma Europa que vivimos y amamos nosotros o algo muy distinto.