Paco Ochoa. 6 de marzo.
En esto del pop hay una norma no escrita que dice que los miembros de grandes grupos no suelen ser tan grandes en solitario. Sobran los ejemplos: desde The Who a Pink Floyd, pasando por The Rolling Stones, Led Zeppelin, Byrds o Beach Boys; ninguna de las aventuras personales emprendidas por algunos de sus componentes ha llegado a acercarse a los clásicos que estas bandas nos ofrecieron por si mismas. Normalmente los aficionados comprábamos estas grabaciones por devoción a la marca madre y después los archivábamos cariñosamente como complemento, a veces totalmente gratuito, a las obras esenciales. Puede objetarse que los Beatles, como en casi todo, fueron la excepción, pero ni siquiera Lennon y McCartney consiguieron por su cuenta un solo disco que inquietase a joyas como Rubber Soul, Revolver o el doble blanco.
Todo esto viene a cuento ante la aparición de un nuevo trabajo del artista británico Morrissey. El que fuese cantante de The Smiths, uno de los grupos más importantes de la década de los 80, nos ofrece ahora su décimo disco, desde que en 1988 iniciase su camino con Viva Hate. Un camino que, a lo largo de estos más de veinte años, no ha logrado alejarse de la sombra que los Smiths aún proyectan sobre cada paso que da este intérprete que pronto cumplirá el medio siglo. Y es que los Smiths fueron mucho grupo. Entre la guitarra de Johnny Marr, la voz del propio Morrissey y las composiciones conjuntas, el cuarteto de Manchester sentó de nuevo las bases del canon del pop, con una música que primaba la melodía, acariciaba con cada inflexión y nos dejaba obras maestras definitivas como The Queen Is Dead (86) o canciones eternas como There Is a Light That Never Goes Out y How Soon Is Now. Una carga que, desde entonces, ha sido demasiado pesada para nuestro protagonista de hoy.
Y, que le vamos a hacer, tampoco su flamante Years Of Refusal le va a librar de la herencia. El cd no esta mal, es más directo y vigoroso que su predecesor, el algo pesado Ringleader Of The Tormentors, e incluye temas muy valiosos como el single I’m Trowing My Arms Around Paris, That’s How People Grow Up o You Were Good In Your Time. Morrissey canta estupendamente y su grupo suena más sólido que nunca.
El problema es que, a estas alturas, nuestro hombre ya sabe que le juzgamos por su pasado. Y eso duele. Para comprobarlo solo hay que escuchar su queja: “Echo mis brazos sobre Paris, porque, en ausencia de contacto humano, solo la piedra y el acero aceptan mi amor”. Y su amenaza: “Me echaréis de menos cuando me vaya”.
Así es la vida, la proximidad de los 50 suele deprimir lo suyo.