Paco Ochoa. 5 de Septiembre.
En el mundo del rock no faltan ejemplos de artistas que han marcado una época y han influido decisivamente en mucha de la música que se ha hecho después. Es complicado pensar en alguien que agarre una guitarra acústica y sople una armónica y no nos recuerde a Dylan, pocos solistas al frente de una banda de rock escapan a la sombra de Jagger y es muy difícil encontrar algún disco de pop de los últimos 30 años que no contenga rastros del magisterio que cuatro chicos de Liverpoool impartieron en los añorados años en los que estuvieron juntos. Pues bien, entre estos grandes nombres Springsteen tiene un hueco ganado a pulso. Su figura de cantautor urbano que sabe usar la electricidad, y encontrar romanticismo en las aceras y perdedores en cada esquina, ha creado escuela y ha sembrado los escenarios de tipos vestidos de oscuro con una Fender dispuesta a todo. Hoy nos ocupamos de dos de ellos.
El primero se llama John Mellencamp, nació en Indiana en 1951 y desde mediados de la década de los 70 ha desarrollado una carrera plagada de grandes canciones, discos impecables y un espíritu libre y comprometido que lo ha llevado a mantener su independencia frente a las reglas del mercado. La primera batalla la ganó en 1982 cuando se libró de aquel Cougar que su compañía le colocó en lugar de su apellido real. La segunda, y la más importante, le ha llevado a abrir sus vías de expresión del rock urbano inicial al folk, al blues y al rythm and blues sin perder su personalidad.
Ahora nos presenta su décimo octava grabación con material original. Un álbum producido por el gran T Bone Burnett que se titula Life, Death, Love and Freedom y hace honor a su título. Aquí podemos encontrar sonidos acústicos, envueltos en una atmósfera oscura y con vocación de sonar en carreteras secundarias. Un trabajo personal y austero, que no encontrará hueco en listas, descargas ni radioformulas pero que, a cambio nos regala composiciones deslumbrantes como Longest Days o A Ride Back Home.
Nuestro siguiente invitado se llama Willie Nile, nació en 1949 en Buffalo y creció y ha realizado toda su carrera en Nueva York, ciudad que ha marcado su rock urbano siempre apreciado por la crítica pero poco reconocido en ventas o popularidad. Cosas de la vida, cuando a sus casi 60 años parecía estar destinado a ser un artista de culto solo para conocedores, le ha llegado un discreto éxito con su última producción, Streets of New York, y con su traducción en directo que acaba de editar.
La cosa se llama Live From The Streets Of New York e incluye la mayoría de los temas del disco de su tardía revelación en versiones muy similares a las originales y con la energía y la intensidad que se suponen imprescindibles en estas grabaciones. Nada que objetar, más bien lo contrario, ante un acto de justicia debida a un veterano artesano que ha brindado grandes tardes al respetable.