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Diario YA


 

La sinvergonzonería es la más alta esfera de unos hombres sin alma ni recato

LA HORA DE LOS VALIENTES

Juan Manuel Alesson
En la sabiduría ancestral no existe el miedo. Las batallas eran nobles, leales los aventureros, y los bárbaros, menos salvajes que algunos de los que ahora conducen esos coches caros.
Se ha perdido el rumbo completamente y nada queda de los principios y los acuerdos divinos, basados en la integridad y el honor, útiles para la paz entre las personas. Así, el ser humano se degrada hasta límites insospechados.
La falacia es el idioma de ahora; y la carencia y el dolor, el pan de cada día. Los ideales junto con las creencias, han desaparecido hasta convertirse en nada, o en algo sin valor ni fuerza alguna. El ser humano se pierde entre la grandeza aparente de los grandes poderes.
La sinvergonzonería es la más alta esfera de unos hombres sin alma ni recato. En su podredumbre malsana se prodigan los gestos de desprecio a las instituciones. Su barbarie es la derrota de la sociedad. Y todavía el límite de su bajeza está muy lejos de verse. Sonríen ante la desesperación de los hombres de bien.
La pureza desaparece de los niños y de las almas nobles, que tanto lucharon. Es el triunfo del mal. Y mientras los seres humanos no reconozcan su propio desafío y sus propias faltas, sus gobernantes serán un reflejo de sus almas innobles e impuras.
Se debe votar al valiente, al que lucha por sus semejantes, al que quiere recuperar el valor de las causas nobles. Nunca al desalmado, que juega a los dados con el diablo, y vende a los seres humanos incautos, que él mismo debía proteger.
¿Qué se puede esperar de esos seres en estos tiempos, tan faltos de ética como de razón? La esperanza aún permanece aquí, pero no se debe esperar siempre con el corazón roto y con las manos quietas, atadas. El mundo no espera, y la raíz del mal son los desechos de los traidores. Dejemos que los seres sin alma caigan en el vacío, pero no caigamos nosotros en él.
La pureza gana su lugar cuando un ser responde con fuerza y determinación, y no acepta los cambios que no se deben aceptar. Un mundo innoble o leal depende de sus gobernantes, pero también del apoyo que estos reciben de la gran mayoría.
No pervirtamos el sueño de la realidad. Esto es tan solo una representación de lo que existe en su alma. No mancillemos nuestra realidad. Confiemos en la divina esencia de Dios. No gritemos, seamos. Hagamos lo que debemos, cada uno en su frente particular, sin excusas, solo desde nuestro conocimiento interior, sin hacernos eco de la bajeza y la perversión de los que pervierten. Seamos la dulzura, no el ataque a los seres nobles, y no participemos en lo que mancha la sociedad.
No se puede seguir así; mientras reine la maldad, no podrá haber gobernantes de Luz.
 

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