"Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora que es la tragedia de no querer luchar por superarla."
Albert Einstein
César Valdeolmillos Alonso. Multitudinarias manifestaciones, ocultaron el fracaso de la segunda huelga general convocada por UGT y CC.OO. en el corto espacio de ocho meses. La verdad es que nadie que recorriera las ciudades españolas, hubiera dicho que España estaba sufriendo una huelga general. Siendo muy generosos, diríamos no que fue una huelga general, sino a lo sumo, de cabo furriel.
La verdad es que si Toxo y Méndez fueran algo más despiertos, harían las huelgas en el mes de agosto y así podrían apuntarse la paralización oficial y empresarial de la época, como resultado de la huelga.
Lo que no entiendo muy bien, es que si lo que desean es darle una patada al Gobierno porque están disconformes con su política de austeridad y recortes, el porqué se la dan en el culo de los empresarios, que están sufriendo la crisis y quedándose en el paro como cualquier otro currante, pero sin subsidio de desempleo.
Aunque los que viven de la mamandurria sindical niegan que la de ayer fuese una huelga política, que alguien me explique que significa entonces la intervención del PSOE en pleno y de IU erigida en piquete de ejecución, pero ¿Qué digo? ¿En que estaría yo pensando? En piquete informativo. Fíjense si ha sido una huelga política que hasta el Parlamento de Andalucía y el Consejo de Gobierno de la Junta, cerraron sus puertas, lo mismo que hizo la churrería de enfrente de mi casa. A ver si hay suerte y un día se les ocurre hacer huelga de las bulas y privilegios de que gozan a costa de nuestro bolsillo.
La verdad es que ayer, los españoles, a pesar del cabreo interno que tenemos, dimos una lección de sentido común y moderación. Ni España, ni nuestros bolsillos, están para estas alegrías sindicales, que de haber tenido éxito, nos hubieran costado entre tres y cuatro mil millones de euros. Mucho más productivo hubiera sido hacer una huelga a la japonesa. Claro que en las huelgas a la japonesa hay que hartarse de trabajar y deslomarse el espinazo en señal de protesta y a eso no están muy acostumbrados nuestros liberados sindicales y mucho menos los capitostes que los mandan, que a lo sumo, el mayor esfuerzo que hacen, es salir en los telediarios diciéndole al Gobierno como tiene que gobernar.
Cuando se habla de huelga, todo el mundo admite con un respetuoso comedimiento, que es un derecho constitucional que hay que respetar. Y ¿Quién defiende el respeto que debe guardarse al derecho a trabajar? Ir a trabajar es tan democrático y constitucional como ponerse en huelga. Pero todos sabemos que si durante una jornada de huelga, queremos ejercer nuestro derecho a trabajar y la causalidad hace que nos tropecemos con un piquete… “informativo”, lo más probable es que acabemos en Traumatología, gracias a la contundencia de la «información» recibida por parte del piquete.
Yo entiendo, que cuando los sindicatos verticales —correas de transmisión de la izquierda decimonónica española— ven en peligro su subsistencia por vía de los recortes de las subvenciones, se echen a la calle y planten cara al Gobierno, para seguir defendiendo, en realidad, los privilegios de esa casta parasitaria y trincona que mantenemos por imperativo legal y acojinamiento de los Gobiernos de turno, gracias a cuyo complejo y falta de autoridad, se perpetúa el poder de los ineptos, incompetentes y despilfarradores.
Pero seamos serios. ¿Es que la huelga, como si de una fórmula mágica se tratase, iba a solucionar la crisis? ¿La huelga nos iba a proporcionar el dinero que se pidió prestado para derrocharlo y que ahora hemos de devolver, para revocar los recortes? ¿Es la huelga la que de la noche a la mañana iba a restaurar su actividad a los cientos de miles de empresas que se han cerrado y así contrarrestar los despidos que se han producido? ¿La huelga iba a restituir sus hogares a todas aquellas familias que los han perdido por no poder pagar sus hipotecas?
Es incomprensible cómo una clase social más que privilegiada, que vive a costa del esfuerzo y el sudor de nuestro trabajo, incluso cuando lo perdemos, mantiene en vilo a todo un país.
Es incomprensible cómo tras 34 años de vigencia de la Constitución, aún carecemos de una Ley de huelga que ponga freno al salvajismo de esos piquetes, que además del vandalismo que han protagonizado, han causado 43 heridos entre los miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado.
Es necesario que sobre la mesa, se pongan los cojines o cajones de autoridad necesarios para acabar de una vez con la dictadura del miedo de los valientes encapuchados que supuestamente integran los llamados piquetes informativos. Esos que por medio de la coacción, la amenaza y la intimidación, van por las calles obligando a quienes tienen el legítimo derecho a trabajar, a cerrar sus establecimientos por miedo a las consecuencias. ¿Qué culpa de los recortes tiene ese pequeño comerciante al que le obligan a cerrar su establecimiento? ¿Qué culpa tiene ese pequeño autónomo que para montar su modesto negocio se ha jugado todo su patrimonio, y al que los piquetes le impiden ejercer su actividad? Y estos son los que se autoproclaman defensores de la libertad. ¿Qué libertad? ¿La de ellos? Esta es la libertad de que gozan unos parásitos que se han llenado los bolsillos a costa del sacrificio de todos los españoles y a cambio, con su política laboral, han situado a España en la cúspide del paro y lo hunden en la sima de la desesperación y la miseria.