La identidad cristiana de la cultura europea
José Luis Orella. 27 de mayo. La renovatio imperii producida con la consagración por el Papa León III de Carlomagno como emperador en el 800, es el inicio de Europa, como Cristiandad o Romanidad, la convergencia del mundo romano y germánico, bajo el crisol nutriente del cristianismo. Bajo el nuevo molde carolingio, se experimentará el renacer cultural, que había estado recogido y guardado por la Iglesia. La necesidad de alimentar la administración del nuevo imperio con personas de un alto nivel cultural, llevó al emperador a apoyar la labor del monje anglosajón, Alcuino, quien se dedicó a fundar escuelas palatinas en los monasterios dedicadas al canto, la aritmética y la gramática. Estas escuelas monásticas se adaptaron al trivium (gramática, retórica y dialéctica) y al quadrivium (aritmética, geometría, música y astronomía). El alumno estudiaba en latín, aprendía a recitar y las necesarias técnicas de debatir, ya que desde el siglo IV, habían aparecido herejías que hacían cada vez más necesaria una alta preparación de los eclesiásticos. Durante el siglo XII renació el interés por la teología por la aparición de herejías, como las de los valdenses y dualistas, surgidas por la necesaria reforma de la Iglesia. Aparte, de las escuelas monásticas existentes, surgen en este período con fuerza, las escuelas episcopales y las urbanas, donde aparecerá el goliardo (alumno errante) que elegía a su maestro según gusto.
Todos estos hechos desembocan en un siglo XIII dominado por el ambiente urbano, una sociedad más secularizada y la necesidad de reformar el espíritu a través de nuevas experiencias, como serán el nacimiento de los franciscanos de San Francisco de Asís y de los dominicos de Santo Domingo de Guzmán. Las escuelas urbanas y episcopales se habían mostrado incompetentes para luchar contra las herejías modernas. Había que perfeccionar la teología, como se había hecho con la jurisprudencia.
La necesidad de renovar el saber llevará a maestros y alumnos de la escuela episcopal de París a organizarse de manera independiente del obispo. Para ello, en 1200 consiguieron independizarse de la jurisdicción civil, por gracia del rey Felipe II y de la del obispo en 1215, por el Papa Inocencio III. Esta primera universidad empezó a reunir estudiantes de distintas partes de Europa y estaba protegida por la autoridad del Papa y del monarca francés. La protección del Papa daba independencia a la universidad de la jurisdicción real y de la eclesiástica del lugar. La importancia del alumnado, venía por formar parte del gobierno administrativo de la universidad, que no del académico.
Las universidades se convirtieron en centros del saber, motores de la economía de la ciudad y depositarios de la cultura. El estudio de miles de estudiantes demandó la fundación de bibliotecas universitarias. La copia de las pecias (lecciones del profesor escritas en cuatro pergaminos de piel de ternero) solicitaba una cantidad increíble de escribientes con sus talleres de copitas. Siguiendo este modelo, aparte de París (Teología) y Bolonia (jurisprudencia), surgirían de la conversión de las antiguas escuelas Oxford (1200), Cambridge (1209), Montepellier (1220), Tolosa (1217), Padua (1222), Orleáns (1229), Salerno (1231), Palencia (1208), Salamanca (1220), Nápoles (1224), Roma (1244), Siena (1247), Plasencia (1248), Perusa (1308), Lisboa (1290), Coimbra (1308), Praga (1348), Cracovia (1364), Viena (1365), Heidelberg (1386), Colonia (1388), Tubingen y Erfurt (1392), Leipzig (1409), Wittenberg (1502), Lovaina (1425) etc...
Para poder vivir, de manera digna, algunos mecenas decidieron fundar colegios que sirviesen de albergue a aquellos jóvenes que vivían a salto de mata. Sería la fundación de los colegios mayores, como el surgido para estudiantes de teología de la universidad de París, La Sorbona (1250), que daría nombre finalmente a toda la universidad. El navarro San Francisco Javier se convertirá en uno de los profesores de mayor arraigo humano, tanto por su inteligencia, como sus demostraciones físicas en los distintos deportes. Un águila que acabará sirviendo fielmente las directrices de un hábil halconero, Ignacio de Loyola. Para aquel entonces, las nuevas órdenes regulares habían ingresado en las universidades, aumentando su vitalidad y dando frutos de incomparable calidad. Los franciscanos crearon su propia escuela filosófica, continuadora de la corriente platónico-agustiniana. Dando maestros como San Buenaventura, Ramón Llull, Juan Peckham, Guillermo de la Mare, Juan Duns Scoto y Guillermo de Ockham. Por otro lado, la escuela dominica, defendería el aristotelismo a través de maestros como San Raimundo de Peñafort, San Alberto Magno y especialmente Santo Tomás de Aquino, con la Summa theologica. Las divergencias entre ambas corrientes finalizarían con la victoria final del tomismo. No obstante, en Oxford, baluarte del franciscanismo, Rogerio Bacon, utilizaría el método inductivo, y a través de la experiencia directa, creaba la ciencia experimental. Había comenzado el método que se aplicaría a la física y las ciencias naturales. En el siglo XVI, un eclesiástico, Nicolás Copérnico, un antiguo estudiante de Bolonia y Ferrara, demostraría la teoría heliocéntrica.