La Iglesia Católica, paladín de la libertad en Venezuela
José Luis Orella. El país caribeño pasa por un momento delicado, económicamente ha aumentado la pobreza y la inseguridad, y a nivel político, el presidente Chavez lidera profundos cambios institucionales. La Iglesia se presenta preocupada por la difícil situación del país y avisa sobre el mantenimiento de las libertades con las reformas. Sin embargo, el presidente Chavez ha criticado duramente a la jerarquía de la Iglesia, acusándola de fomentar revueltas opositoras. Por su parte, los obispos han defendido la necesidad de preservar la libertad de expresión y han señalado las provocaciones, como intentos de distraer a la sociedad de los problemas reales del país. Aunque lo peor fue, el asesinato en extrañas circunstancias del subsecretario de la Conferencia Episcopal Venezolana, P. Jorge Piñango Mascareño.
No obstante, la Iglesia, a través del Cardenal Jorge Urosa, había pedido al gobierno respetar la educación religiosa en las escuelas, proponiendo algunas modificaciones a la nueva ley orgánica de instrucción, donde se garantizase el respeto a los valores transcendentes y espirituales. Por parte de la Iglesia, como dijo el obispo de San Cristóbal, D. Mario del Valle Moronta, se sugería la necesidad de elaborar un modelo común de país, entre gobierno y oposición, y la urgencia de una nueva evangelización En consonancia con ello, la Conferencia Episcopal Venezolana dio unas directrices para votar en las presidenciales, según los criterios del evangelio, guardando los valores de la justicia, la libertad, la democracia y la paz. Pero también señalando la prohibición por parte del Derecho canónico de la participación de los sacerdotes en las listas electorales De la misma forma, intentó a través de declaraciones cesar el clima de violencia que se iba creando, según se multiplicaban las intervenciones de los políticos enfrentados del gobierno y la oposición.
Después de la reelección de Hugo Chavez como presidente del país, ante el anuncio de seguir el camino de la proclamación del socialismo, la Conferencia Episcopal, a través de su vicepresidente, el Cardenal Jorge Urosa, pidió que una vía de transformación de Venezuela abierta a los valores transcendentes, pero que evitase un socialismo marxista orientado hacia el totalitarismo. No obstante, la respuesta del presidente venezolano fue agresiva, al acusar a la jerarquía católica de decir barbaridades, defender lo indefendible, y aconsejar que leyesen a Marx, Lenín y el Sermón de la Montaña, en la Biblia, para que aprendiesen donde estaba el inicio del socialismo.
La preocupación de los obispos iba en dirección al aumento de la pobreza y la desocupación, la restricción de la libertad de expresión, y las omisiones en la nueva ley de educación, con respecto a la finalidad de la educación, los derechos del docente, y los de los padres a pedir educación religiosa en los centros. Como consecuencia de ello, el arzobispo de Caracas, cardenal Jorge Urosa, declaró la necesidad de calma y racionalidad, pero también señaló que la Iglesia se opondría al socialismo del XXI, si mostraba ser un poder totalitario como el marxismo desarrollado por los antiguos países comunistas.
Desde entonces, los obispos han sido testigos de la evolución política del país. En agosto de 2008, publicaban una exhortación, “llamados a vivir en la libertad”, donde consideraban inaceptable la reforma constitucional, porque limitaba los derechos fundamentales del sistema democrático y de la persona. Sin embargo, esta postura de los obispos ha propiciado fuertes críticas e insultos desde el poder. Desde entonces, el cardenal Urosa y la nunciatura apostólica en Caracas han sido atacadas por grupos de “incontrolados”. En agosto de este año se aprobó la nueva Ley de Educación por el Parlamento de mayoría chavista, donde el Estado asume una gran responsabilidad en la línea de orientación educativa, que volvió a provocar una respuesta crítica de la Iglesia Católica de Venezuela. El aspecto positivo, el fracaso de una “iglesia popular chavista” que fuese utilizada de forma cismática contra la Católica Romana, a pesar de las declaraciones del propio presidente que se muestra como modelo de cristiano bolivariano.