José Luis Orella. Cuando en Polonia la lista Palikot consiguió un 10% de los votos, muchos polacos se preocuparon por la posibilidad de “zapaterizarse”. Finalmente, Donald Tusk, decidió mantener la coalición electoral con el partido campesino, junto al cual ha podido vender una imagen cercana a la Unión Europea, de buena gestión económica, único país que no entró en recesión y mantuvo su crecimiento, y que con la participación de los campesinos, garantiza una posible evolución degradante de las leyes polacas por influencia europea.
En ese aspecto, el showman Janusz Palikot, un filósofo metido a empresario, vio las posibilidades, al escindirse del partido del gobierno, de renovar la izquierda, su líder también murió en el accidente aéreo de Katyn, construyendo un movimiento personalista que fuese agresivamente anticatólico, e intentase deshacer la Polonia moral que Juan Pablo II quiso fuese uno de los pilares iniciales de la reevangelización del continente.
Para ello su movimiento se ha mostrado favorable a la legalización de la marihuana, a los matrimonios homosexuales, a la eutanasia, a la ampliación del aborto, llegando a la difamación y amenazas personales contra otros políticos. Para su labor “política” ha reunido a toda la fauna que el comunismo utilizó en sus aparatos represivos de inteligencia contra su pueblo. Miembros de los sectores de propaganda del partido comunista y confidentes de los servicios policiales contra la Iglesia y Solidaridad. Entre sus “estrellas” se puede encontrar a la empresaria del aborto Wanda Nowicka, o Grzegorz Piotrowski, uno de los asesinos del beato P. Jerzy Popieluszko.
Una vez más, el pueblo mártir ve surgir de los excrementos de su historia fantasmas que le recuerdan un pasado que querían olvidar.