La izquierda violenta
Francisco Torres García. Lo acontecido en Murcia, con una salvaje agresión al Consejero de Cultura de la Comunidad, debería invitar a realizar una reflexión seria sobre algo que todos prefieren ocultar: la justificación que, en muchos ambientes de los denominados progresistas, tiene la violencia practicada por la izquierda.
Existe una izquierda violenta que no sólo se reduce a los grupos de izquierda radical. Violencia ésta que se trata de enmascarar utilizando el calificativo de “ultra”, término que en el consensuado discurso político-mediático está vinculado a la denominada “extrema derecha”. La izquierda violenta tiene su principal exponente en las actuaciones de los sindicatos y en determinados actos públicos. Manifestaciones de esa izquierda violenta son los denominados piquetes informativos cuya actividad, y tenemos ejemplos recientes de ello, es amedrentar y recortar la libertad de las personas, destrozar alguna que otra luna, romper algún que otro vehículo, poner silicona… o que, simplemente, lanza huevos y pintura. Violencia que es vista con simpatía, aplaudida y exculpada. Violencia que nunca tiene un coste penal y económico.
Existe, vinculada al discurso de la izquierda, alentada por el discurso radical y guerracivilista de Rodríguez Zapatero, pero también de toda la izquierda, que tiene como objetivo demonizar al contrario, otra violencia más extrema que tiene sus manifestaciones públicas tras cada manifestación o acción convocada por la izquierda. Son los que queman contenedores, destrozan el mobiliario público o asaltan tiendas. Violencia que, al final, también es perdonada. Unos practican el discurso y otros se convierten en la expresión violenta del mismo.
Existe una violencia genérica, practicada de forma continuada por la izquierda, aplaudida o vista de forma simpática por los partidos y los medios de comunicación de izquierda, aplaudida por la mentalidad progresista, que está vinculada a la llamada lucha contra la globalización. Es de libro ver cómo se le cae la baba a cualquier progresista cuando las mesnadas antiglobalización y antisistema campan por sus respetos. Nunca existe condena y sí justificación por las maldades del capitalismo. En el fondo es lo que a ellos les gustaría hacer. Son los nuevos revolucionarios. Y existen amplias capas de propagandistas de esa forma proceder entre los jóvenes. Ni una sola condena se produce por parte de la progresía cuando las mesnadas antisistema se lanzan a la calle.
Esta prédica de la violencia, que nadie denuncia y que muchos practican, es el hálito que impulsa a estos nuevos radicales de izquierda a cometer sus tropelías. Algunos esperan ser sus usufructuarios políticos. Sin embargo, es preciso recordar que esto no es nada nuevo. Históricamente, para la izquierda, su violencia siempre está justificada y los violentos acaban siendo siempre exaltados como héroes revolucionarios.