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Diario YA


 

Vieja historia en la que se mezclan conceptos como la redención, el anhelo de la muerte y el de la maldición.

La leyenda de “el buque fantasma” de Wagner en el Teatro Real

Luís de Haro Serrano.- El naufragio en las costas cercanas a Noruega del barco que hacía la travesía de Pillau (Prusia oriental) a Londres, con Wagner a bordo tras su huida de Riga para escapar del acoso de sus acreedores y, con ciertas  modificaciones, la controvertida leyenda  de ese nombre le dieron pie para  la creación de esta ópera romántica en tres actos que el Real ofrece con una producción propia realizada en colaboración con el Liceu de Barcelona y que presentará en doce representaciones que van desde el 12 al 28 de enero. 

 
La obra, realizada con  libreto del propio compositor, fue estrenada en la Hofoper de Dresde el 2 de enero de 1843.
 
López Cobos al frente de la Orquesta y Coro titulares del Teatro y un doble reparto de gran consistencia es el responsable de la dirección musical. Alex Rigola, que realiza un montaje en el que destaca la presencia contínua del mar es el encargado de la dirección de escena.
 
De acuerdo con ciertas fuentes, el capitán holandés Bernard Fokke (siglo XVII) sirvió de modelo para su creación. Fokke se hizo célebre por la extraña velocidad  de crucero que llegó a alcanzar su barco en la travesía  entre Holanda y la Isla de Java, por lo que se sospechaba que había hecho un pacto con el diablo. Las fuentes que hablan de ello no se ponen de acuerdo para llamar “holandés errante” al barco o al capitán. Se ha hablado también de un horrible crimen cometido a bordo de  la nave, e, incluso, de una fortísima epidemia que afectó a su tripulación, no permitiéndosele, por ese motivo, desembarcar en ningún puerto y por tanto se le condenó a  navegar eternamente  por el mar a barco y marineros, sin posibilidad de bajar a tierra.
 
La acción se desarrolla en las costas noruegas en tiempo indeterminado. En ella se narra el encuentro de unos marineros  con un misterioso buque con las velas teñidas  de color sangre. En él viaja un personaje muy especial, el holandés errante, un marinero perseguido por una maldición y condenado a navegar sin descanso. Se le otorga la posibilidad de bajar a tierra cada siete años para encontrar el amor puro de una mujer que le salve con su muerte.
 
Daland, el capitan de la nave noruega, se lleva a  su casa al holandés, del que su hija Senta se enamora y, para redimirle de la  maldición que le persigue, acaba muriendo por él en prueba de fidelidad. En esta obra tienen cabida muchos  de los temas que configurarán la futura línea poética de sus óperas.
 
La música, compuesta con gran rapidez, solo seis meses, es vital e impetuosa y en ella se hace una clara distinción de los tres enfoques de su acción: la que corresponde al extraño holandés, la realista del pueblo de Sándwich -localidad donde transcurre la acción-  el espiritual en el que transcurre el amor de Senta y el atormentado que acompaña al holandés. La obertura conserva cierto parecido  con un poema sinfónico convencional. La partitura, dentro de su esquema general,  describe a los principales personajes en forma de sonata. El primer tema, imponente en el metal sobre una cuerda tempestuosa representa al holandés, el segundo, dulce y encantador, interpretado por la madera, encarna a la abnegada Senta. Personaje con el que el holandés espera encontrar su redención. La balada”Jonohoe! Jonohoe! Hojohe! es la pieza central de la obra y de donde se derivan los temas de ambos personajes, ya iniciados en la obertura.
 
De los dos finales con que  Wagner concibió la obra: romántico y triste, López Cobos se ha decidido por interpretar el segundo en el que no aparece el tema de la redención que tanto le preocupaba al compositor y que sería el leiv motiv de muchas de sus obras posteriores
 
Para la gran balada de Senta ha elegido también la de esta 2ª versión, compuesta en un tono más bajo porque la 1ª –la de Dresde- estaba cargada de dificultades vocales. Su alta tesitura  suponía una verdadera tortura para la mayoría de las sopranos.
 
Cada personaje muestra una sicología tan interesante como especial. El holandés ¿en que cree? Prácticamente en nada. Tiene una desconfianza casi total en el ser humano. Tanto que hasta duda del amor desinteresado que la hija de Daland le ofrece. Senta es una mujer soñadora fascinada por lo extraño, que no se conforma con la vida que lleva. Daland, su padre, es una figura muy particular cargada de fuertes connotaciones comerciales, tanto que cuando ve la posibilidad de conseguir dinero no duda en vender a su propia hija a un personaje desconocido como es el holandés
 
La puesta en escena
Se nota claramente que a López Cobos le va la música de Wagner, disfruta con ella y transmite ese entusiasmo a los espectadores. Lástima que esta sea una de sus últimas actuaciones –solo intervendrá en Salomé y en Simón Bocanegra-como director musical del Real. Lo echaremos de menos. Su versión fue brillante y minuciosa al hacer que la Orquesta respondiera perfectamente en las difíciles matizaciones que la partitura exige, la del holandés con la fuerza de los metales y la dulce y entrañable de Senta, confiada a la sosegada intervención de la madera  y de manera muy especial en el sobrecogedor final.
 
Hans Peter König (Daland) y Johan Reuter (el holandés) impactaron por la fuerza y claridad de sus voces, especialmente en su dúo del acto 1º. Anja Kampe (Senta) hizo gala de una elegante voz, perfecta en el legato y expresiva  en sus dúos con el holandés y Erik. La voz de Stephen  Gould ( Erik), a pesar de la belleza de su timbre sonó demasiado estrambótica, con unos agudos excesivamente duros e inadecuados para la expresividad de los diferentes pasajes  de sus intervenciones. El valenciano Vicente Ombuena (timonel) estuvo muy alejado de la calidad de los demás compañeros de reparto, careció de fuerza y convicción El coro, convenientemente reforzado, respondió plenamente, especialmente en los significativos momentos del acto 1º y en el principio del tercero. Particularmente bello resultó el pasaje a capella de las trabajadoras de la fábrica de conservas para apoyar la balada de Senta.
 
Alex Rígola puede estar satisfecho de su primera aparición como director de escena en el campo de la ópera. Como repetidamente ha dicho, nunca se planteó para esta obra una presentación rompedora. No hacía falta. El estatismo del primer acto sirvió, como deseaba, para resaltar la importancia y la belleza de las intervenciones de los principales protagonistas, Daland y el holandés. Perfecta su concepción de la contínua alusión al mar, tanto en los momentos de calma, como en las del lento paso de los navíos lejanos, así como en los de tormenta. Impactante también la presentación del barco del holandés con su casco lleno de herrumbre y bastante divertida la secuencia de las muchachas del pueblo persiguiendo a los marineros, perro incluido. A pesar de ello creemos que no acertó con el planteamiento de la escena del botellón, no era necesaria tanta exhibición de botellas.