Miguel Massanet Bosch
El autor alemán Johann Gottfried Seume (1.763-1.810) describió sus famosos nueve meses caminando hacia Sicilia en su obra “Spatziergang nach Syrakus”, en la que dejó consignada la siguiente idea, que transcribo: “No se debe contar nunca con la aprobación de los hombres; hoy erigen arcos de triunfo, y mañana condenan al destierro a la misma persona y por idénticos motivos”. Y es obvio, señores, que este prólogo viene a colación de algo de lo que suelen adolecer los de derechas y, al decir de derechas, me refiero también al sector de las patronales empresariales, que suelen tener una tendencia incontenible a mostrarse, en las ocasiones que tienen la sartén por el mango o que pretenden asegurarse de colaboración o, al menos, la inacción de aquellos con los que se han enfrentado, han mantenido rifirrafes o han tenido que encararse a causa de su diversidad de ideas, intereses o pensamientos; como lo que podría definirse como excesivamente melosos, magnánimamente generosos, o extremadamente cordiales y amistosos; como si, con esta actitud de reconocimiento del mérito del adversario, quisieran asegurarse futuras colaboraciones, renuncias a sus políticas contrarias o cesiones en sus planteamientos divergentes.
Será porque siento una verdadera aversión al “peloteo” o porque, en mi forma de ser, no caben concesiones ni componendas con quienes no puedan convencerme de que estoy equivocado en mis ideas; pero me ha fastidiado soberanamente el que, en la toma de posesión de los nuevos ministros, algunos de los entrantes, en sus discursos posteriores a la aceptación del cargo, se hayan deshecho en elogios hacia sus antecesores del partido que ha salido derrotado en las pasadas elecciones. Porque, si es cierto que resulta algo imperdonable que, en el partido socialista, apenas ha dejado el poder el señor Rodriguez Zapatero, entre los mismos que gobernaron con él y que participaron, por activa o por pasiva, en sus decisiones o actos de gobierno, ahora, a tiro pasado, se dediquen a ponerle las orejas coloradas; no es menos cierto que no había necesidad de excederse en elogios a unos señores, el PSOE, que, en dos legislaturas consecutivas, han conseguido poner de patas arriba a España y se han portado de una manera canallesca con el PP. La educación y la sobriedad son suficientes en casos como estos, debiéndose huir de hipérboles laudatorias, siempre fuera de lugar e impropias.
Respecto al nuevo ministro del Interior, señor Jorge Fernández, quisiera hacer alguna salvedad. No es que quiera restarle méritos que, indudablemente, los tiene y muchos, ni discutir su preparación para el cargo; pero debo decir que, para ocupar el puesto para el que lo ha designado el señor Rajoy, no me parece la persona más adecuada. Es demasiado sinuoso, demasiado “blando” y dialogante, para que sea una persona en la que se pueda confiar que va a tratar, a los de la banda ETA, como la mayoría de los españoles deseamos que se haga: con firmeza, sin concesiones, exigiendo su desarme y imponerles las condenas que deberán cumplir en los penales, para purgar la deuda que tienen con las familias de las víctimas y con todos los españoles. No se trata solamente de poner en su lugar a los terroristas, sino que se debe hacer todo lo humanamente posible para que, estos intrusos en el Parlamento español, estos que han conseguido entrar en el lugar donde reside la soberanía de la nación española y, desde donde, tienen las posibilidades de acceder a informaciones y controlar determinados secretos que puedan serles de utilidad para sus fines independentistas, que nunca se han negado a admitir, así como tampoco nunca han condenado expresamente los asesinatos de sus patrocinadores, los de la banda terrorista.
No sería de recibo que, después de que el PSOE y el gobierno de ZP, hayan hecho de mangas capirote para ponerse de acuerdo con los etarras, han negociado bajo cuerda y han hecho concesiones absurdas a determinados presos, a los que se los ha tratado a cuerpo de rey, sin preocuparse del dolor de las víctimas y, aún más, recriminándolas y ninguneándolas cuando han salido a la calle en demanda de justicia y de recuerdo de las 800 víctimas de ETA; el que, con un gobierno de centro derecha, con los que siempre han defendido un trato exigente con los etarras y han insistido en que deben pagar por sus delitos de sangre, se vuelva a caer en la tentación de ir remoloneando, flaquear ante el miedo y doblegarse ante la posibilidad de que, en el país vasco, se pudiera presentar un problema grave por el descontento del nacionalismo excluyente.
Tampoco es admisible que, el nuevo ministro de Interior, se exceda en elogios hacia el señor Rubalcaba, un señor que está en la cuerda floja a causa de su posible responsabilidad, por acción o por omisión, en el llamado caso Faisán o del chivatazo; un tema muy complicado, donde se juega con posibles delito de prevaricación, de colaboración con banda armada y de revelación de secretos oficiales. Un procedimiento judicial en el que los socialistas se han implicado directamente, empleando todas su influencia para desprestigiar al juez Ruz por todos lo medios legales y no tan legales, con el fin de intentar que se corra una cortina de humo sobre los hechos ilegales que tuvieron lugar en el mencionado bar. Ni es cierto que la campaña del PSOE, en materia terrorista, haya sido “ejemplar”, ni venía a cuento tal cúmulo de alabanzas con un señor que, dentro de unos pocos días, seguramente les devolverá al PP truenos y rayos a cambio de alabanzas.
Y ya que estamos en esta materia, me quiero hacer eco de unas afirmaciones del señor presidente de Libertad Digital, en las que hace referencia a lo que le espera, al nuevo ministro de Economía y Competitividad, señor Luis De Guindos, en los próximos meses en los que, en palabras de Racarte : “tiene que enfrentarse a la auténtica oligarquía de este país” En efecto no debemos olvidar que el origen de la grave crisis económica, de la brutal caída del sector de la construcción y de los problemas financieros de las empresas, han tenido un origen evidente en el sector bancario (cajas de ahorro incluidas) que contribuyeron de forma eficaz, por su erróneo cálculo de la expansión del sector de la construcción; por la sobre valoración de los inmuebles sobre los que constituían hipotecas y por estimar, especulativamente, que el maná de la construcción nunca iba a tener fin a la “burbuja inmobiliaria”. El Gobierno pasado, del señor ZP, tuvo la equivocación de fiarse de lo que le recomendaban los banqueros, con el señor Botín a la cabeza, y comenzó por garantizar 50.000 millones de euros para ayuda a las entidades bancarias que, en teoría, debían servir para dar créditos y liquidez a las empresas que comenzaban a notar los efectos de la crisis. Nasa de ello sucedió y aquellas ayudas sólo sirvieron para que la banca intentara tapar sus agujeros en los balances.
No sería de recibo que se volviera a caer en similar error y que, el gobierno del señor Rajoy, volviera a tropezar con la misma piedra. Los españoles no lo íbamos a ver con buenos ojos porque, si hay algo en lo que no estamos conformes es en que se haya invertido tanto dinero en “salvar” a bancos y cajas e, incomprensiblemente, sigamos viendo como siguen en sus puestos los mismos directivos y que, además, perciben sueldos excesivamente elevados y, sus previsiones para retiros y jubilaciones, alcanzan cifras astronómicas. Así no se pueden exigir sacrificios a los españoles de a pie ni tampoco se consigue incentivar a nuestra industria y rebajar el paro. O esta es, señores, la forma en que contemplo esta cuestión.