La lucha contra el poder de las farmacéuticas
Víctor Alvarado
El tema de la lucha de una persona frente a las poderosas empresas farmacéuticas al estilo Frank Capra, pero sin su elegancia, ha sido reflejado en varias producciones como Erin Brockovich, Michael Clayton o Dallas Buyers Club. Esta película era la última de las que estaba en la carrera por los Óscar, aunque no se ha podido estrenar en España hasta ahora. No obstante, viene avalada por las estatuillas obtenidas por Jared Leto como mejor actor de reparto y Mathew McConaughey como actor principal.
Ron Woodroof es un vaquero homófobo y drogadicto que, en los años ochenta, pilla el SIDA en un encuentro con una chica. Éste intentará encontrar por todos los medios una medicina que frene su enfermedad, enfrentándose a todos los que se oponen a ciertos tratamientos. Para ello, contará con la ayuda de un travestí.
La cinta está dirigida por Jean-Marc Vallée, recordado por la estimable La reina Víctoria. Como dato curioso, el guión estuvo circulando por Hollywood durante 20 años y 86 estudios lo rechazaron. Por lo visto, no se aseguró el proyecto y los 25 días de rodaje hasta una semana antes de iniciarlo. Esta producción merece la pena, no pierde en ningún momento el interés y no dejan de ocurrir cosas. De todas formas, si no hubiese contado con conocidos actores, muchos la podrían considerar como un telefilme. Sin embargo, hay pequeños detalles que le permiten llegar al notable a pesar de su falta de originalidad, pues el tema está trillado. Finalmente, la recomendamos, sin embargo, advertimos de la dureza de algunas escenas que pueden herir de algún modo algunas sensibilidades de una historia basada en hechos reales.
El principal protagonista es Mathew McConaughey, que nos tenía acostumbrados a personajes en los que hacía de guaperas-chulillo, pero que, últimamente, está variando su registro, demostrando su talento tanto en este largometraje como en sus papeles en la serie True Detective o en El lobo de Wall Street. Para preparar su personaje perdió un montón de kilos hasta quedarse con 62 y se subía por las paredes por el hambre que pasó para conseguir ese físico. La verdad es que está extraordinario y nos ha gustado la evolución de un personaje que, en un principio, cae antipático, pasando de una persona intolerante con la comunidad gay a tener una actitud de respeto. Por otra parte, aunque sus métodos sean cuestionables, nos ha gustado la lucha por la vida de un individuo insignificante que no se resigna y se enfrenta con pocos medios a un todopoderoso trasatlántico. Por último, esta persona se acerca a la trascendencia en lugar insospechado, lo que demuestra la necesidad de Dios en los momentos duros de la vida y la importancia de estar preparado para la muerte.