La mitad de los censados se quedó en casa en 2004
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Paz Pálla. 18 de mayo. Mayo 2009: exactamente treinta años después de las primeras elecciones al Parlamento Europeo nos damos cuenta de que algo no va tan bien como cabía esperar. Apenas el 26% de los ciudadanos sabía, el año pasado, que las próximas elecciones al Parlamento Europeo serían en 2009. Resulta sorprendente constatar que el 74% de los habitantes comunitarios no sabía -o no parecía importarle- que las elecciones al Parlamento, donde aspectos básicos de nuestras vidas se definen y deciden, estaban a punto de llegar.
Esta falta de información o de interés, ¿a qué se debe? Ya desde el comienzo del ritual que suponen las elecciones, la participación ha ido descendiendo gradualmente. En las primeras elecciones de 1979, votaron el 63% de los europeos, mientras que en las últimas de 2004, solo el 45,5% lo hizo. Menos de la mitad de los 497.198.700 de ciudadanos del viejo continente se preocupa por ejercer su derecho a elegir los diputados que representarán sus intereses ante la Unión. La desmotivación europea generalizada es un gran indicador de que algo no funciona como debería, concretamente la información sobre el proceso y la confianza en la institución.
A tan solo veinte días de las elecciones, es imposible encontrar la lista de candidatos a eurodiputados en la página web del Parlamento Europeo debido a que esas listas se confeccionan a nivel nacional y se publican en diferentes fechas. Tal desorden no hace más que enfatizar el grave problema de organización y mediático del que la Cámara es víctima: si los ciudadanos no conocen a los candidatos, dificilmente querrán votarles. Se añade además la grave pérdida de confianza que parece haberse extendido a través de Europa a lomos de la actual crisis económica y, por asociación, social. A través de esa misma página web se puede acceder a resultados de encuestas encargadas por el Parlamento Europeo, que no hacen más que poner de manifiesto el grave problema de falta de unidad y confianza que los países demuestran hacía el resto de paises miembro y hacía la Unión en sí misma: el 44% de los encuestados (todos ellos ciudadanos comunitarios) creen que los Estados Miembro han reaccionado ante la crisis de forma individual (solo el 39% piensa que lo han hecho de forma coordinada); el 44% cree que el euro no ha mitigado la crisis, y cuando se les preguntó si la moneda antigua habría protegido a cada país de la crisis mejor que el euro, un 45% dijo que si, y otro 45% que no. Estas estadísticas ilustran la creciente desilusión y desconfianza de los Europeos con la Unión, con la cual ya no parecen identificarse. Tal desunión supondrá, con toda probabilidad, una pobre participación en las cercanas elecciones, a las que la tímida campaña publicitaria nos suplica acudir y, consecuentemente, una cámara europea poco representativa de los ciudadanos. Eso sí, el Parlamento les avisa “Si no vota, no se queje.”