Jesús Asensi Vendrell. En ningún sitio está escrito que las entidades públicas han de tener un perfil ideológico determinado. Si son “públicas”, han de respetar a ese “público” que las dirige y también al “público” al que van dirigidas. Tampoco podemos olvidar una cosa muy importante: Los miembros de cada una de las familias son los que forman la sociedad y esta los diferentes estados. El estado, lo público, es consecuencia de la complejidad adquirida por la vida familiar y social.
Además, si la educación de los niños nacidos y criados en esas familias es deber primigenio de sus padres y estos desean una educación moral determinada para ellos, tendrán todo el derecho del mundo a que la escuela “pública” a la que sus hijos van, colabore y reme en su misma dirección. No podemos olvidar que estas familias son el “público” que paga sus impuestos, que manda a su prole a las escuelas y que de su seno es de donde saldrán nuevos maestros que, con todo derecho, podrán ejercer su vocación docente en la escuela pública.
Algunos claman a voz en grito en defensa de la escuela pública. Mejor dicho, en defensa de “su” escuela pública, de la que desean imponer a la sociedad entera, a todo el “público” que se acerque a sus aulas. Algunos claman y ese clamor es discriminatorio del todo, pues desean que la escuela pública, que debería ser “para todos los públicos”, solo recoja el sentir y el pensar de unos pocos, dejando fuera a todas a aquellas familias que desean educar a sus hijos en unos valores morales y religiosos determinados.
Y seguirán gritando que el que quiera una escuela con una educación determinada se la pague de su bolsillo. Y seguirán olvidando que así es, que estas familias son las que pagan. Más aún, pues también a ellos se les podría recriminar lo mismo: ¿Quieren una escuela pública hecha a la medida de su ideología laicista? Pues… ¡que se la paguen!