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Diario YA


 

José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

La otra crisis: Anhelos republicanos educativos

Jesús Asensi Vendrell.   Algunos de nuestros jóvenes, y no tan jóvenes, se dejan seducir fácilmente por las historias de algunos mayores que les hablan de tiempos pasados mejores. Y, claro está, el periodo de la Segunda República española es el que más piropeado y el que más añoranza insufla en sus corazones. Hablan de su Gobierno y de su Constitución como el modelo a seguir cuando en España se haga realidad aquel deseo de Alfonso Guerra: Que no la conozca ni la madre que la trajo al mundo.

Y uno piensa que ese anhelo republicano juvenil es fruto de la ignorancia, de la manipulación que ejercen algunas personas incapaces de mirar hacia delante, dejando en paz al pasado, y de permitir cierta libertad a los que no comulgan con sus ideas y su ideología totalitaria.
 
Si nos fijamos en la política educativa de la República, caemos en la cuenta de que los artículos 26 y 48 se referían a las Órdenes religiosas y a la enseñanza laica. Porque en una circular del 12 de enero del año 1932, el Director general de Primera Enseñanza mandaba que se explicara la Constitución en todas las escuelas nacionales “como tema central de la actividad escolar”, y que desapareciera de la escuela cualquier signo religioso y cualquier enseñanza y práctica confesional. Porque en un acuerdo del Consejo de Ministros del 11 de marzo de 1932 quedaba suprimida la asignatura de Religión en todos los colegios dependientes del Ministerio y cesantes todos los profesores de esta asignatura.
 
Nuestros jóvenes han nacido en Democracia y esta, la actual, es quizá la primera crisis profunda que han sufrido en sus propias carnes. Por eso es muy loable que deseen cambiar las cosas, pero no lo es tanto que se dejen guiar por viejos anhelos totalitarios para poner punto y final a nuestra Monarquía Parlamentaria.
 
Nuestros jóvenes no han de olvidar que la verdad existe; pues si no fuera así, nada tendría sentido, el mismo sistema educativo, con sus materias, objetivos y contenidos, sería una auténtica falacia; que nuestra libertad tiene unos límites porque nuestra misma naturaleza los posee y que no podemos imponer a los demás, y menos por la fuerza, nuestro modo de vivir y de pensar.
 
La verdad y el bien atraen a la buena gente. Por eso no ha de cundir el pánico, pues si de la Constitución Republicana emana la verdad y el bien, de nuevo volverá a ser nuestra Carta Magna y con la aprobación, no sólo de la mayoría, sino de todos. Pero, si es todo lo contrario, si en esa Constitución hay artículos que buscan la confrontación contra lo ya existente sin buscar algo mejor, si la verdad no brilla en cada uno de sus postulados o si el bien sólo recae en unos cuantos, entonces será mejor que miremos hacia delante y olvidemos el pasado. Un mundo mejor es posible, y todos sabemos qué camino hemos de seguir. ¿No creen?