Jesús Asensi Vendrell. El fanatismo futbolístico le cegaba y su amor por el equipo de su tierra era algo más que incondicional. Por eso, no podía entender que hubiera valencianos que animaran, con igual pasión que la suya, a equipos de otras comunidades autónomas.
Ese mismo fanatismo, unido a una especie de manía persecutoria y quizás a algo de envidia rastrera, le llevaba a tener otra fijación, en este caso negativa: Deseaba siempre la derrota del Real Madrid, sin importar para nada el equipo español que tuviera enfrente. Aunque, a decir verdad, para esta última máxima había una excepción. Como se sentía más patriótico que nadie, le agradaban las victorias del Madrid cuando jugaba contra equipos de otros países en competiciones europeas.
Llegó el domingo esperado, el del enésimo partido del siglo, y al ponerse cara al televisor se quedó sin saber qué hacer ni qué decir ni qué desear. Visto lo visto en el terreno de juego y en las gradas de un Nou Camp repletas de colorido, decidió seguir el criterio de siempre y aplicar la excepción a ese fanatismo futbolístico suyo. Como se sentía más español que nadie, quiso que perdiera el equipo extranjero. ¡Cosas que tiene la vida!