La otra crisis: expoliación laicista
Jesús Asensi Vendrell. Parece mentira que este Gobierno socialista y laicista, que se autoproclama progresista cuando es todo lo contrario, vea problemas donde no los hay y trate de dar sus soluciones creando en la sociedad española, ahora sí, una gran contradicción donde antes no la había.
Porque los miembros de este desgobierno están empeñados en dividir; quizás para “vencer” con mayor facilidad; en acallar las voces discordantes con su discurso sectario y acabar con todo aquello que huela a religión, a milicia, a patria o a ley natural.
Las personas que andan de la mano de este Gobierno son incapaces de ser felices si los que han convertido en sus contrincantes lo son. También son incapaces de comprender el verdadero significado de la palabra libertad y de asimilar que ellos son los que se deben al pueblo y no al revés.
Por eso, por mucho que les duela y les resulte incomprensible, deben respetar, y más aún, promover, todas las expresiones populares que inundan toda la geografía española aunque se trate de festividades religiosas, militares o manifestaciones a favor de la vida del ser humano no nacido.
Nuestros gobernantes se deben a sus ciudadanos, siempre y cuando no actúen contra derecho, y querer cambiar sus lícitas costumbres por puro capricho sectario y legislar de forma injusta es una muestra clara de su intransigencia, de su ineptitud para regir este país y de su deseo de imponer un pensamiento único, el suyo.
Porque, ¿qué problema hay que unos militares, de forma voluntaria, deseen participar en una procesión custodiando al Santísimo o llevando a hombros a la Patrona de su pueblo? ¿A quién le puede molestar que se interprete el himno nacional, ¡el nuestro!, en determinados actos religiosos, festivos o deportivos?
Y es que algunos olvidan, y quieren que todos lo hagan, que las raíces de España son cristianas y que somos nosotros, los españoles, los que poblamos este país y los que elegimos a nuestros gobernantes. Esperemos que en las próximas elecciones quede esto más claro que el agua.