Jesús Asensi Vendrell. Aún recuerda aquel desdichado día, cuando tuvo que leer ante todo el claustro de profesores/as una normativa académica y se le trabó la lengua y el entendimiento: “El/la maestro/a de los/las alumnos/as cuyos/as padres/madres pidan cita con el/la tutor/a para ser sabedores/as de la marcha de su hijo/a…”
Cuando terminó la incomprensible y ridícula lectura en voz alta del artículo normativo en cuestión, reinó un silencio sepulcral y todos/as los/las maestros/as fueron conscientes del sinsentido del no sexismo lingüístico que acababan de realizar. Todos/as comprendieron por fin las razones esgrimidas por la Academia de la Lengua, cuando aconsejaba usar un solo género en el lenguaje oral y escrito por el bien de la fluidez y claridad comunicativa.
Aún recuerda aquel día, cuando tras leer la entrabada e incomprensible norma académica; y puesto que dejar de usar los dos géneros era y sería tabú por siempre, pese a las advertencias de la Academia; propuso a todo el claustro poner en práctica una paridad semejante a la utilizada por algunos ayuntamientos en la señalización de las zonas de aparcamiento callejero. Y así, durante los años pares, todos los comunicados orales y escritos se realizarían en género femenino, y en el masculino cuando el año fuera impar… ¡Eso sí que sería una solución salomónica por el bien de una buena comunicación! ¿No creen?