La publicidad, un arma eficaz que puede hacer mucho bien
Una sociedad de consumo necesita como el comer de la publicidad, porque aunque su objetivo principal es la de hacer vender un bien o un servicio, para llegar a ese su último objetivo, tiene que proponer a la sociedad algo con lo que mejorar su bienestar vital, seducir al consumidor, y en ocasiones crear la necesidad. Esto dicho sucintamente.
Pero en el proceso de hacer llegar el mensaje al consumidor final, podemos hacer despertar en el consumidor sus valores, no solo sus pasiones. Lo comprendo, es más fácil y barato lo segundo, pero el reto profesional no siempre está en “a lo fácil y ya está” porque eso lo hace cualquiera, no hace falta ser licenciado en publicidad, ni director de marketing, ni tan siquiera tener buen gusto a la hora de elegir las cortinas de casa.
Un ejemplo de esto nos lo trae en esta campaña de navidad las inserciones que han diseñado el Grupo-HBH para la Editorial Sekotia. Se trata de enfrenta al consumidor con su capacidad de responsabilidad como prescriptor de regalos. “Crear para una pequeña editorial con un reducido presupuesto en marketing complica las cosas, -apunta el director creativo de la campaña- porque no puedes centrarte en un solo producto, que ayuda mucho a la hora de dirigirte al consumidor, si no que te ves obligado a globalizar el mensaje completo de la editorial”.
La Editorial Sekotia es pequeña, pero con un producto muy definido y un target cada vez más entregado a sus publicaciones. Un sello que se compromete por escrito y en público con la “dignidad del ser humano, desde su concepción hasta la muerte natural” no puede menos que hablar de responsabilidad y la trascendencia de lo que regalamos a aquellos que nos rodean.
Quizá nunca habías pensado en la responsabilidad de regalar… ¿o sí? El eslogan de la campaña propone un supuesto de forma directa a todo aquel que se pasea por las páginas de la campaña. Y lo hace de dentro a fuera, porque cuando se habla de “responsabilidad”, se habla de “conciencia personal y consecuencias” y provoca la reacción lógica de ponerse a la defensiva. No sólo se trata de que los consumidores de libros vean la importancia y trascendencia que tiene regalar un libro, si no que todo el que tiene que regalar algo, se de cuenta de la responsabilidad que asume con ello. Muchos padres, muchos abuelos, muchos familiares que se satisfacen con los más pequeños regalando sin ton ni son por tamaño, por precio o por capricho del niño (o no tan niño) se equivocan si no hacen este pequeño ejercicio de reflexión.
Pero no todo queda en un supuesto, porque este “supuesto” se cierra con una pregunta que salva el pellejo de todos los que se han podido sentir aludidos o molestos por esa falta de confianza: ¿O sí? Esta pregunta en forma duda, deja la puerta abierta a todos. Sobre todo abierta para tomar una decisión en la dirección correcta a la hora de usar la cabeza en regalar cultura, educación, formación. Y esto sirve para un juguete, ropa, ordenadores, música,… y un libro también, por qué no.