Miguel Ángel Gutiérrez. Sé que voy a pegar un serio disgusto a los intelectuales marxistas, a los del 15 M, a la tropa de Llamazares, a los del Bloque, a los de Esquerra e incluso los de Bildu, pero hay que decirlo: el socialismo científico se basa en una ciencia descartada.
En efecto, el gran historiador español Don Ricardo de la Cierva prueba en su magnífico libro “Las puertas del infierno “ como la Nueva Ciencia supera a la Ciencia Absoluta en la que se basa el marxismo , la cual ya no sirve más que como aproximación incompleta e insuficiente.
La Ciencia Absoluta de Galileo y Newton, que para Marx era una ciencia total e irrebatible, es ya algo anacrónico, una ciencia descartada a partir de la aparición de una generación de genios como Plank, Einstein y Heisenberg que con su Nueva Ciencia, en su gran época creadora hasta 1917, demuestran que la materia no es continua sino discontinua; que las dimensiones físicas no son absolutas sino relativas; que la ciencia más profunda no es determinista sino indeterminada. En estas tres tesis, alentaba un impulso que hizo inútil a las primeras de cambio todo el Socialismo Científico, porque ese socialismo era ya de una ciencia descartada. Marx, muerto en 1833 no pudo saberlo y Engels no se quiso enterar pero Lenin si vislumbró la catástrofe del marxismo y no quiso reconocerla
De este desajuste entre la Nueva Ciencia y el anacrónico marxismo se deriva una lista interminable de errores científicos, filosóficos y proféticos que Marx cometió en su obra .Así, al fallarle al marxismo todo su cimiento científico, el marxismo se convierte en una doctrina infundada y arbitraria.
El hundimiento de la Ciencia Absoluta entre la última década del siglo XIX y la primera del siglo XX el destronamiento de Newton como criterio de certeza infalible y espejo de la filosofía moderna, representa un fenómeno cultural de primerísima magnitud que no supieron ver entonces las élites intelectuales e incluso hoy en día numerosos intelectuales no lo han captado o asimilado.
El primer pescozón contra la Ciencia Absoluta vino por el profesor Roetgen , que descubrió los rayos x en 1865 , lo cual comportaba un varapalo a un dogma clásico: la indivisibilidad del átomo. Poco después, el físico francés Henri Becquerel dio el paso siguiente al descubrir la radiactividad, que contenía la emisión de de radiaciones consistentes en partículas subatómicas cargadas y otras de naturaleza diferente. Más tarde, en 1913, el físico danés Bohr demostró que los electrones violaban las leyes de la Física clásica en su giro estable, coincidiendo con las investigaciones del físico alemán Max Planck y su hipótesis de emisión discontinua de energía, los quanta, que conllevaba la demolición de la Física clásica, tanto las ecuaciones de Newton sobre la dinámica como como las Maxwell para interpretar el electromagnetismo.
En 1905 Albert Einstein dio a conocer la Teoría especial de la Relatividad, que terminó con los conceptos clásicos de espacio y tiempo y así mostró que no tiene sentido hablar de movimiento absoluto y de referencias absolutas para el movimiento de los cuerpos. Era el fin de la Ciencia Absoluta en la que se basaba Carlos Marx y a partir de entonces la Ciencia sería Relativa. La puntilla final a la Ciencia Absoluta se la dio el físico alemán Werner Heisenberg cuando formuló su principio de indeterminación, por el que se descartaba la aproximación objetiva e indefinida a los fenómenos observables y la Ciencia Exacta se convertía en sólo aproximación estadística.
Desde entonces, quedaba eliminada la Ciencia Absoluta, una ciencia prepotente más por la interpretación de los filósofos que por las pretensiones de los científicos. Un sector de la filosofía (desde la ilustración al positivismo pasando por el marxismo) que había considerado la ciencia como sustituto de la Teología se había quedado sin modelo. ¿Qué soluciones quedan entonces para los adoradores de la Ciencia Absoluta? Tan sólo dos: Sumergirse en el irracionalismo o retornar a la Religión.
Por eso el Siglo XX es el de la angustia existencial por un lado y el del despertar religioso por otro. Sin duda el siglo XXI será el siglo del completo despertar religioso cuando las consideraciones científicas expuestas en este artículo hayan calado del todo en la opinión pública culta.