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Diario YA


 

José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

Charlot y la realidad

La quimera de oro

Tomás Salinas García

El otro día me reí a gusto con la genial película de Chaplin “La quimera del oro”, especialmente con las secuencias en las que el hombrecillo y Big Jim se comen una bota después de hervirla convenientemente. Ver a Charlot saboreando el cordón y repelando los clavos de la suela, mientras el compañero de fatigas se come a bocados la puntera de la misma, es a mi modesto entender una de las escenas maestras en esto del cine. Los ojos hundidos en ojeras de hambre, la expresión de satisfacción de uno y de resignación del otro ante el banquete, y los gestos soberbios del grandísimo actor del bombín y el bastón, reflejan con una maravillosa perfección la actitud del ser humano ante una situación límite. Imaginación y conformidad.

Lo que ocurre es que tras las risas y el placer de la representación de Chaplin, me quedé un rato pensando, sólo un rato, y la imagen hilarante y cachonda se tornó en triste, en cruel y triste realidad. Sensible como estoy ante la miseria que nos ataca y contra la que ya no me quedan más armas que la voluntad y las palabras, me imaginé a mí mismo en el lugar de Charles Chaplin y a ti que estás leyendo esto sentado al otro lado de la mesa, desesperado por echarte algo a la boca para comer, lo que sea, incluso una bota cocida. Los dos compartiendo piel, goma y clavos, elevándolos a la categoría de manjares. Y conformándonos con ello, dando por bueno el acceso a la comida y por exquisito el plato.
Quién sabe hasta qué punto la situación que te comento puede llegar a producirse, si no es que ya está ocurriendo. Porque, con una gran congoja, te cuento. A día de hoy nos estamos comiendo, tú y yo, lo que nos queda por pulir, y recurrimos en ciertos momentos a lo que sea con tal de sobrevivir. Y si disponemos de una bota para zamparnos, aún damos gracias por ello y nos hurgamos entre los dientes con los clavos. ¿Y sabes por qué? Porque nos han convencido de que no hay otra, de que tenemos que criar ojeras y agradecer lo que nos otorguen en su desgraciada generosidad los miserables que han transformado nuestra casa en una ruinosa cabaña que se cae a pedazos. Ahí, sentados los dos y saboreando con ansia la basura que nos han colocado, mientras esperamos el oro prometido. Quizás tú y yo deberíamos salir de caza y probar a ver si así cambiaba nuestra suerte. No sé como lo verás, pero cuando se nos acaben las botas nos tendremos que comer los unos a los otros. Demasiado metafórico, ¿verdad? Tú, que estás conmigo en el lío, ¿qué piensas? ¿Quieres continuar alimentándote de suelas mientras otros se ceban? Algo tendremos que acabar haciendo tú y yo, juntos.