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Diario YA


 

vivencias desde Medjugorje

La rueda de repuesto

Javier Paredes

Aquella mañana de primavera el campo se había vestido de un verde intenso, después de unos meses de copiosas lluvias. Todo invitaba a conducir despacio para recrear la vista por aquella carretera comarcal y, por eso, mi buen amigo pudo darse cuenta de que aquel anciano, que se había quedado tirado en la carretera, tenía la cara desencajada. Así es que paró y se dispuso a ayudar a aquel buen hombre.

-Sabe usted... He pinchado...

Y cuando mi amigo, el samaritano de la carretera, se lanzó a pensar que lo de pinchar no era para tanto, le interrumpió el anciano:

-Pero lo peor no es que que haya pinchado...

Y, naturalmente, le contó en qué consistía lo peor. Y fue entonces cuando mi buen amigo, por asociación de ideas, lo dio por discurrir que la triste situación de aquel anciano se parecía en mucho a las circunstancias en las que están atrapados, actualmente, una buena parte de los católicos españoles.

Pues resulta que mi buen amigo no tiene a la transición de los años setenta en el alto concepto, que el sistema propaga como verdad oficial. Es más, en buena medida, culpa a la transición de la degeneración moral que padecemos, hasta el punto de que ha convertido a la incoherencia en una virtud social y política, que ha conseguido encerrar la fe de los católicos en el cuarto oscuro de su casa. Y no, no le concedamos todo el protagonismo a las masones, que los autores de esta gran felonía son sobre todo destacados católicos, dándole así la razón a Benedicto XVI cuando afirmó, recientemente en Fátima, que el mal de la Iglesia está sobre todo dentro de ella.

La gran mentira de la transición consiste en anteponer la política frente a toda realidad, de manera que ha erradicado de la sociedad española el sentido transcendente de la vida. Todo la realidad se ha reducido a lo que existe de tejas para abajo, de manera que se organiza la vida como si Dios no existiera y fuéramos a permanecer en este mundo eternamente. Así las cosas, hemos acabado por creernos que todo lo puede resolver la política y además de forma infalible, porque en el hipotético caso de que el partido en el gobierno no acierte con las soluciones, la democracia lo remedia llevando a la oposición al poder. En definitiva, si pinchan los titulares del poder, para eso hay otro partido que lo podremos utilizar como rueda de repuesto.

Frente a este punto de partida inmanentista, materialista y de corto alcance, el último mensaje de la Virgen en Medjugorje se refiere a la realidad de lo que somos: poca cosa, pero por la misericordia de Dios rescatados para gozar de Él en el Cielo por los siglos de los siglos. Estás son sus palabras: 
"¡Queridos hijos! Os invito nuevamente a seguirme con alegría. Deseo guiaros a todos a mi Hijo y a vuestro Salvador. No sois conscientes de que sin Él no tenéis alegría, ni paz, ni futuro, ni vida eterna. Por eso, hijitos, aprovechad este tiempo de oración y abandono gozosos. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!" (www.centromedjugorje.org).

En efecto, es falso que toda nuestra vida se reduzca a lo intranscendente de este  mundo. Es una mentira tan burda que rompe con la orientación de tantos millones de españoles que durante siglos pasaron por este vida, convencidos de que esto sólo es una mala noche en una mala posada. Y, por cierto, a propósito de la legitimidad del mayor número según la democracia, es innegable que son mayoría los españoles que a lo largo de la Historia han avalado con sus vidas la existencia de las raíces cristianas de España, frente a quienes por negarlas, durante las últimas décadas, ponen toda su fe en la política. No, no es cierto, con la política como sustitutivo de la religión no se va a ninguna parte, la politización absoluta de la vida no es ninguna rueda, ni siquiera la rueda de repuesto. Lo decía en el primer artículo y no me importa volver a repetirlo: el fin de la Historia no es ni la grandeza de la Corona, ni la fortaleza del sindicato, ni la unidad del partido; el fin de la Historia es que la el hombre sea plenamente hombre, que vuelva a Dios, que sea santo. Y si la Corona, el sindicato o el partido no sirven al verdadero fin de la Historia, lo que hay que hacer  transformar o eliminar la Corona, le sindicato, el partido o como quiera que se llame cualquiera de las realidades que se oponga a Dios.
 Por cierto, que casi se olvida contar la verdadera desgracia de aquel hombre que se quedó tirado en una carretera comarcal:

-Lo peor no es que haya pinchado... -le decía el anciano a mi amigo tembloroso- lo peor es que al abrir el maletero me acabo de dar cuenta de que no llevo la rueda de repuesto.

P.D. Queridos lectores, hasta el mes que viene, con el deseo para todos de que pasemos un buen verano, pero sobre todo de que seamos muy buenos.