LA SANGRE DE SAN JENARO
Para los materialistas ateos el milagro es imposible porque quebrantaría lo que dicen son leyes de la naturaleza, que según ellos surgen sin saber cómo ni por qué: para San Agustín, los milagros solo quebrantarían lo poco que sabemos de la naturaleza tal como la creó Dios. Esto parece ocurrir con el famoso y asustadizo fenómeno de la licuación de la sangre de San Jenaro en Nápoles. Una tradición muy documentada con una bibliografía de más de 1470 títulos, así lo confirma. Este fenómeno extraordinario se va produciendo durante siglos varias veces al año; el 16 de septiembre y el 16 de diciembre, especialmente. Al no producirse este año el día 16 de diciembre se ha visto por algunos medios como un presagio de calamidades presentes y futuras.
Básicamente este hecho prodigioso consiste en una masa sólida negruzca contenida en una ampolla, que según una tradición es sangre de San Jenaro, obispo de Benevento, decapitado en el año 305, se licúa en presencia de fieles que concurren al acto litúrgico. La no producción de la licuación ha sido interpretada por los napolitanos como signo de agüero y advertencia. Este fenómeno ha sido testificado por numerosos eruditos, nada sospechosos de crédulos, el terrible iconoclasta Voltaire, quien ha sido testigo.
Las opiniones sobre esta licuación milagrosa son muchas y contradictorias, dependen del estado de ánimo de los que han presenciado los hechos. Pero es un hecho comprobado durante siglos que los fenómenos de la licuación hacen modificar el volumen de la sustancia sólida o líquida que llena los dos tercios del frasco donde se guarda. En septiembre el aumento del volumen es menos presente y en diciembre es aún más raro. Se ha comprobado que en 1916 aumentó el volumen de la sustancia sin licuación y en 1921 y 1943 hubo licuación y se llenó el frasco totalmente, sin ninguna explicación natural consistente. ¿Avisos en tiempos de la Convid-19?
Fidel García Martínez