Miguel Massanet Bosch. Es posible que alguien considere a los alemanes como una personas excesivamente disciplinadas, bruscos en sus maneras, autoritarios, un poco estirados y puede que excesivamente pagados de sí mismos. En España que, por naturaleza, somos la antítesis de los germanos, en ocasiones nos cuesta pensar que, al menos en algunos aspectos, nos iría bien asemejarnos a ellos y perder un poco de esta leyenda que nos caracteriza de ser la España de la peineta y la pandereta que tanto nos ha perjudicado y que nos define como de carácter latino, simpáticos, pícaros, toreros, muy apegados a nuestras costumbres y amigos de la buena vida y no tanto del esfuerzo, la disciplina y el trabajo. Puede que sea un tópico pero, al menos, en lo que respeta a nuestra imagen internacional, parece ser que se continúa manteniendo como un punto compartido en cuanto a la imagen que les proyectamos como españoles.
Lo cierto es que, desde que el señor Rodríguez Zapatero dejó a España hecha unos zorros y le traspasaron el “marrón” al PP; tanto los socialistas como los populares no han dejado de zaherirse, desacreditarse, recriminarse, insultarse y estorbarse, como si la misión de los políticos consistiese exclusivamente en luchar por el poder, convirtiendo cada legislatura en un campo de Agramante en el que la peor parte se la han llevado los ciudadanos, el país entero y la imagen de España, cada vez más deteriorada. Lo más chocante es que, aquellos que consiguieron llevar a nuestro país a una situación cercana a la quiebra soberana, ahora intentan venderse como los que serían capaces de mejorar a los del PP en el gobierno de España, criticando a los actuales gobernantes por no hacer lo que ellos hicieron con tan fatales consecuencias para los españoles.
Y ante este estado de cosas los ciudadanos de a pie no podemos menos de hacer comparaciones y, aunque nos duela y nos cueste admitirlo, reconocer que si volvemos la vista hacia nuestros vecinos del norte, los alemanes, aquellos que cuando las cosas se pusieron mal para Europa, como consecuencia de la crisis desencadenada por las sub-prime americanas, no perdieron el tiempo en pretender engañar a sus ciudadanos sobre el peligro que aquella circunstancia representaba para todo el mundo occidental; no antepusieron sus posibles pérdidas electorales ni se miraron el ombligo durante meses y, sin perder un instante, pusieron en funcionamiento los mecanismos económicos, financieros y comerciales para parar las consecuencias de tal amenaza; al tiempo que la “denostada” señora Merkel tomaba la batuta para advertir a toda la UE de lo que se avecinaba, señalaba el camino para enfrentarse a ello y ponía a su gobierno a trabajar para que Alemania se encontrara en las mejores condiciones para superar el bache de la recesión, que tan duramente afectó a la mayoría de países europeos y, entre ellos, a la España del señor Zapatero.
Choca que, el expresidente del gobierno, Rodríguez Zapatero, en su libro, pretenda darles la culpa a los demás países y quiera justificarse por su actuación; aunque no le ha quedado más remedio que reconocer errores de “apreciación” en lo que fueron graves meteduras de pata que le llevaron a desoír los consejos, no sólo de los partidos de la oposición que le recordaban cada día que la crisis nos afectaría también a nosotros, sino que se negó a aceptar los consejos de sus propios colaboradores cuando le advirtieron que su huída hacia delante, despilfarrando las reservas del Tesoro en subvenciones, gasto público y financiaciones y presuntas mejoras sociales que, como no podía suceder de otra manera, no podían acabar de otra manera que metiéndonos en un callejón sin salida que, como él mismo ha reconocido, nos llevó a una situación tal que, en tres ocasiones, estuvimos a punto de tener que solicitar el “rescate” de nuestro país. Lo primero que tuvo que hacer el señor Rajoy y su ejecutivo, cuando asumió el gobierno de la nación, fue intentar parar la quiebra del país y poner en práctica las duras condiciones que se nos “aconsejaron” desde Bruselas, para reducir de una manera sangrante nuestro déficit (un 9’5% del PIB) y empezar a hacer recortes sin los cuales, en estos momentos, el país estaría intervenido y en manos de los famosos “hombres de negro” de Bruselas.
Alemania, a pesar de que la señora Merkel, consiguió una abultada victoria en las últimas legislativas, sabe, y sus ciudadanos lo reconocen y comprenden, que seguimos estando en tiempos turbulentos para la economía; que hemos entrado en arenas movedizas en las que se discuten los actuales sistemas políticos; que la globalización está puesta en cuestión y han aparecido importantes economías emergentes que han desplazado, en parte, la gran superioridad de la economía americana, lastrada por la gran deuda que los EE.UU han tenido que asumir, cuando la FED ha abusado dándole a la manivela del dinero virtual. El gobierno alemán conoce el peligro de cualquier decisión errónea; los Sindicatos saben que no pueden excederse en sus exigencias y los patronos han aprendido que la única forma de superar la crisis es produciendo más barato, aumentando la productividad de sus empresas; mejorando la calidad de sus productos y abriendo sus productos a los mercados de todo el Mundo.
Por ello, la señora Merkel ha buscado la colaboración de su rival político, el SPD (socialistas) y le ha tendido la mano que, en lugar de mordérsela, ha aceptado el partido opositor. Peer Steinbrück, el presidente del SPD, se ha avenido a pactar con Merkel y, juntos van a gobernar en coalición durante 4 años. Merkel ha cedido en las pensiones; el salario mínimo interprofesional (8’5 euros/hora), a partir del 2015, y un compromiso para permitir la doble nacionalidad. Pero se ha salido con la suya de no aumentar los impuestos (¿Alguien piensa que en España esto sería posible?). Una sabia decisión que evitará que, durante los cuatro años de la legislatura, unos y los otros se dediquen a ponerle palos a las ruedas de la boyante economía germana. ¡Un gran logro y una medalla, sin duda, para la canciller alemana, señora Merkel!
¿Podemos comparar a un país con el otro? Aquí nos hemos dedicado a hurgar en las alcantarillas para buscarle las miasmas al adversario sus carencias, sus pecados íntimos, sus debilidades y sus mas escabrosos defectos. Pero no crean que en ello haya habido una preocupación por erradicar de la política a los corruptos, sinvergüenzas, vividores y aprovechados ¡qué va!, lo que sucede, señores, es que el afán por el poder hace que aquellos que, en sus propios pozos negros, almacenan toneladas de detritus; son los que les recriminan a sus adversarios por los que éstos ocultan en los suyos. Mientras, este odio mutuo, estos rencores atávicos entre los dos partidos y el haber destapado, de nuevo, lo que fueron los años de la II República y la Guerra Civil, para pedir responsabilidades por lo que debiéramos haber enterrado hace setenta años, ha venido impidiendo lo que, todo el pueblo español, viene pidiendo, incesantemente, desde que la crisis nos empezó a perjudicar.
Este pacto que los alemanes acaban de concertar; debiera de haber sido el que, el PP y PSOE, debieran de haber convenido al principio de la crisis, si sus dirigentes hubieran pensado en España en lugar de en sus propios intereses. Sin duda, otro gallo nos hubiera cantado a los españoles que, con toda seguridad, en estos momentos nos encontraríamos en una situación mucho más confortable y tranquila. No fue así y estamos pagando las consecuencias. O así es, señores, como lo valoro yo.