La tarea pendiente de muchos colegios católicos de España
Javier Paredes. El protagonista del día es San Juan Bautista La Salle, que falleció en Reims el 7 de abril de 1719. Era el primogénito del matrimonio formado por Luis de La Salle y de Nicolasa Moët, que pertenecían a una familia acomodada. Juan Bautista La Salle tenía la vida resuelta, quiero decir la vida de aquí abajo que tan poco dura, pero decidió hacerse sacerdote y no para hacer carrera eclesiástica, aunque lo tenía todo muy fácil y a su favor para trepar por las canonjías y los nombramientos. Pero renunció a todas esas cosas para fundar la Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, dedicada a la educación de los niños y de los jóvenes.
Juan Bautista La Salle fue un innovador en el terreno educativo y puso en marcha toda una serie de iniciativas para la formación cristiana y cultural de los educandos. Así por ejemplo se concentraba a los alumnos en las clases no por la edad, sino por grupos de nivel, se fomentaba el conocimiento de la lengua vernácula, se abrió la primera escuela de formación para maestros, se enseñaban las normas de urbanidad como una manifestación de caridad para con los demás y hasta se desarrolló una Teología de la Educación.
Se ponía así de manifiesto una vez más la importancia que tiene para los católicos la atención de los niños y los jóvenes, para formar buenos cristianos. Un siglo antes, San José de Calasanz (1557-1648) había puesto en marcha las Escuelas Pías, cuyo objetivo resume a la perfección, en dos palabras, la finalidad que debe orientar la educación católica: “piedad y letras”.
Desgraciadamente muchos colegios católicos de España tienen tarea pendiente en lo de las letras, y casi todo por hacer en lo de la piedad. Y la verdad es que no son pocos los colegios católicos que de católicos no tiene nada más que el nombre. Recuerdo que cuando se celebró en Madrid la Jornada Mundial de la Juventud casi todos los colegios católicos colocaron en sus fachadas grandes carteles anunciando el evento. Mala cosa si embarrancamos en una religiosidad de manifestaciones y pancartas… Esa religiosidad es pura esterilidad porque toda la hinchazón del vientre de una religiosidad sentimentaloide es la consecuencia de una preñez de vanidad, sólo de vanidad y nada más que de vanidad: ¡Cuántos estamos, qué guapos somos, cuánto gritamos…! Y al día siguiente nada de nada. ¿Jornada Mundial de la Juventud…? Por supuesto, pero si va aderezada de la Jornada Escolar de la Juventud, en la que todos los días se enseña a los niños y a los jóvenes a ser piadosos, a rezar las oraciones, a aprender el catecismo, a amar a la Santa Misa y a practicar los Sacramentos, especialmente la Confesión y la Comunión.