Miguel Angel Gutiérrez. A nadie medianamente culto se le escapa que la izquierda vive única y exclusivamente de la propaganda. Sus doctrinas políticas no poseen rigor intelectual, y como consecuencia lógica, sus aplicaciones prácticas son nefastas para la gente. Pero en cambio, la izquierda compensa todas estas deficiencias con su tradicional brillantez estratégica y propagandística.
No son mejores que sus oponentes pero sí mucho más astutos y carecen de escrúpulos.
No es un ningún secreto que, desde los años sesenta, la izquierda en general viene utilizando la estrategia del pensador comunista Antonio Gramsci para acceder al poder y posteriormente mantenerse en el mismo en las sociedades occidentales. Dicha técnica gramsciana consiste, en resumidas cuentas, en lograr captar intelectuales al servicio de los partidos izquierdistas que logren crear un ambiente educativo, cultural y mediático favorable a la progresiva desvinculación del hombre con su Creador, con su Patria, con sus tradiciones más nobles y sus instituciones más sanas.
De ahí vienen los ataques a la Iglesia y a la familia, y la comprensión hacia el matrimonio gay, las políticas antinatalistas y la propagación de la mentalidad divorcista, por citar sólo unos ejemplos. Se trata de imponer una dictadura cultural que menoscabe la mentalidad tradicional para sustituirla por otra mentalidad revolucionaria, para que el poder político caiga luego como fruta madura. Por eso, no es de extrañar el enorme enfado de Rubalcaba ante la actitud de RTVE de librase de los “intelectuales orgánicos“ deo PSOE, los camaradas periodistas Pepa Bueno, Ana Pastor y Fran Llorente. Rubalcaba sostiene que Rajoy quiere volver al “NODO”, pero en cambio, él mismo y todos los socialistas, consideraron el despido de Urdaci como un triunfo de la libertad gracias a Zapatero, que es lo primero que hizo nada más llegar al poder. A la izquierda no le importa la independencia ni la excelencia periodística (inexistente en la práctica en los medios públicos) sino que simplemente quiere periodistas afines. En cambio, el PP ha tardado ocho meses en librarse del “Comando Rubalcaba”, lo cual le ha costado perder las elecciones en Asturias y Andalucía y que le pudieran hacer una huelga general gracias al sectarismo de los periodistas progres.
Algunos lamentarán que, a partir de ahora, la tele pública no justifique y alabe sin cesar a Chávez, Castro, Kirchner , Hollande y a todo líder izquierdista existente (aunque sea de pacotilla, oiga) desde la extrema izquierda a la izquierda caviar.
También será una verdadera pena que los “indignados” dejen de ser los niños mimados de la RTVE, o que cualquier manifestación sindicalista, de los profes públicos o de los funcionarios acaparen un tiempo excesivo y una importancia desproporcionada.
Nunca es tarde si la dicha es buena y quizá Rubalcaba esté pensando en estos momentos que Rajoy, aunque lento, no es tan torpe como le parecía.