Principal

Diario YA


 

firmas

La tierra de las serpientes

Carlos Gregorio Hernández. 14 de mayo. España está cada día más próxima en todos los aspectos a la Ophiussa de Rufo Festo Avieno que a la provincia que civilizaron y nombraron los romanos. No en vano, si tratamos de buscar reflejos en nuestro pasado de la época que nos ha tocado vivir ciertamente podríamos retrotraernos sin temor a equivocarnos a los tiempos de los arévacos y vectones o incluso antes.

Sin duda el primer parecido lo encontramos en la mitología. Los medios de comunicación nos invitan a recordar cotidianamente el décimo trabajo de Hércules en el que robaba sus bueyes al esforzado pastor Gerión. ¿Qué decir también de las manzanas de oro del jardín de las Hespérides? Al menos en este caso el héroe clásico sostuvo la bóveda del cielo para que Atlante las tomara por él. Hubo entonces quien se atrevió a escribir ―y ahí quedó la prueba― “Latro Balbo” en la grada del teatro de Cádiz contra el potentado hispano del Senado romano. Eran otros tiempos, porque los Balbo y los Ulpii de hoy son más sagrados que la túnica púrpura de los augures etruscos.

Es difícil reconocer en nuestro tiempo a un émulo de Habis, el primer mito de nuestra historia. La mitología no da para todo, ni siquiera dejándonos llevar por la imaginación como los cronistas antiguos. Nuestro héroe civilizador cumplió con su cometido y se encargó de organizar al pueblo y dotarlo de leyes. Pero Habis, para su desgracia ―perdón por lo retrógrado del juicio―, era nieto e hijo a la vez de Gárgoris. Quizás de aquí podría sacar un buen argumento la ministra de Igualdad para justificar de la raigambre ancestral de los “distintos modelos de familia”. No me cabe ninguna duda que en el futuro descabalgarán a los Pizarros e incluso a los Esparteros, por muy progresistas que éstos fueran, para alzar a los Adrianos y a los Antinoos, hoy otra vez en el poder.

No hay Viriatos. Según le retrataron los propios hijos de Marte el lusitano era austero, endurecido en las guerras contra las legiones romanas, y justo. Tampoco abundan los Sénecas. El tipo humano de hoy casa mejor con los protagonistas de la lapidaria sentencia “Roma no paga traidores”. Claro está que ahora otras historias como las de Sertorio con la cierva comienzan a cobrar crédito. La cervatilla le susurraba los movimientos del enemigo y visto lo visto ¿alguien lo duda? Si lo hubiera dicho Rodríguez Zapatero la prensa no hubiera puesto más objeción que los detalles del color del animal: unos dicen que Blanco, como el caballo de Santiago, otros…

Marcelino Menéndez y Pelayo escribió su Historia de los heterodoxos españoles para demostrar que nuestro suelo dio cobijo a todas las heterodoxias aunque finalmente la verdad se sobrepuso y permaneció arraigada en él. Hoy por hoy nadie que no tenga una Fe firme podría escribir esta frase. Todas las evidencias que nos rodean parecen conducirnos en otra dirección, más próxima al subtítulo que un agudo historiador dio a su historia de España: de Atapuerca al Rey Juan Carlos ¿O era al revés? 

Etiquetas:carlos gregorio hernández