La Vanguardia, cómplice necesario del separatismo catalán
”Los empresarios catalanes tienen la obligación moral de hablar de la independencia a sus empleados, porque en caso de independencia, es posible que el empleado acabe reprochando: ¿Por qué no me avisó usted?” José Luis Bonet, presidente de Freixenet
Miguel Massanet Bosch. Una vez pudimos pensar, los ciudadanos que vivimos en Catalunya, que con la sustitución del director, señor Antich, del periódico catalán La Vanguardia, por el actual, señor Marius Carol, se produciría un cambio en la línea editorial del periódico y volvería a situarse en el centro, manteniendo una actitud imparcial respecto al espinoso tema de nacionalismo catalán. No ha sido así y, por mucho que tengamos que lamentarlo los españoles que tenemos nuestra residencia en la comunidad catalana, este periódico centenario, propiedad del grupo Godó, los condes de Godó, una de las familias más antiguas de Barcelona; parece que ha decidido jugarse el todo por el todo poniéndose, abiertamente, del lado de aquellos que pretenden convertir el territorio catalán en una ínsula Barataria, separada y alejada del resto de España y de sus ciudadanos que, curiosamente, se han convertido, en virtud de de la maligna propaganda separatista de los partidos defensores de un nacionalismo excluyente, en enemigos del resto de españoles, a los que se les ha imbuido la idea de que España está en contra de los catalanes, que les esquilma el dinero y que se aprovecha del trabajo de los ciudadanos de Catalunya para irse enriqueciendo el resto de comunidades de la nación española. Por supuesto, todo pura invención y basura demagógica de aquellos que quieren convencer a los catalanes de que independientes vivirían mejor.
Claro que no se tienen en cuenta, ni se les dice a estos independentistas a los que se les viene engañando, las consecuencias políticas, económicas, financieras y sociales que, una separación de España, tendrían para el pueblo catalán. No sólo por el mercado español que seguramente perderían, ni por los aranceles a los que se verían sometidas sus exportaciones o, las dificultades para pagar su sobrecargada deuda exterior ( más de 64.000 millones de euros), y imposibilidad de conseguir renovarla a su vencimiento y, mucho menos, dada la calificación que las agencias de rating le han asignado últimamente, cuando han valorado se deuda pública autonómica como deuda basura (Aa3) lo que significa la imposibilidad material de que, sin la garantía del Estado español, ningún inversor se arriesgaría a invertir un euro en una Catalunya libre.
Así pues, resulta que este personaje de ficción, el Cuasimodo de Notre Dame de París, nos puede servir de ejemplo para valorar lo que los Godó (financiados generosamente desde la Generalitat catalana) están intentando hacer. Cuasimodo, según lo describe el autor, Victor Hugo, sólo podía utilizar un ojo, ya que el otro lo tenía casi bloqueado por la deformidad de su rostro, y quedó casi sordo por el tañir de las campanas de la catedral, de los cuales él se encargaba y las cuales significaban todo para él, antes de conocer a la mujer gitana Esmeralda, de quien se enamora por ser ella la primera que le mostró bondad. Es evidente que el grupo Godó viene demostrando su ceguera al jugarse a una carta su ser o no ser, en la prensa del futuro ya que, una parte importante de las tiradas del periódico se venden fuera de la provincia catalana. Es evidente, también, la sordera que les afecta al hacer oídos sordos a las múltiples advertencias que nos llegan desde todas las naciones del mundo y de la UE y su Parlamento, advirtiendo de la imposibilidad de sobrevivir una posible Catalunya fuera de España y de Europa.
Es posible que el papel de Esmeralda que fue la perdición del pobre Cuasimodo, pueda ser la metáfora de la inclinación de los Godó hacia un independentismo que pensaran que, de alguna forma, les podría beneficiar a solucionar sus conocidos problemas económicos. Claro que, La Vanguardia, desde la victoria del general franco en 1.939 hasta que entró en España la democracia, juntamente con la monarquía, fue un claro defensor de la dictadura, deshaciéndose en elogios hacia el general Franco; cuando murió el general se pasó a los demócratas, manteniendo su apoyo a Suárez y a todo los otros gobernantes, fueran del partido que fueran, que le sucedieron en el gobierno de la nación; hasta que entraron en liza los separatistas, de la mano de los señores Pujol ( de estos parece que nadie se acuerda de lo que, supuestamente, consiguieron sacar de las concesiones de obras y otros chanchullos, a cargo de la familia del padre putativo del nacionalismo catalán). Fue después del fracaso electoral de las anteriores autonómicas, en el que el partido de Mas perdió 12 escaños; cuando, amenazado por los avances de ERC y temiendo que su partido CIU fuera absorbido por sus rivales de izquierdas; decidió liarse la manta a la cabeza y enfrentarse al Estado amenazando con que, si no se cedía a lo que él consideraba como reivindicaciones imprescindibles, proclamaría unilateralmente la independencia del territorio catalán.
Aunque, al principio, La Vanguardia se mostró remisa a seguir la deriva nacionalista de Mas, a medida que el nacionalismo de un 30%, al principio de su recorrido electoral, fue aumentando y consolidándose las alianzas con otros partidos, que se adhirieron al nacionalismo para hacer un frente común contra el gobierno del señor Rajoy, fue entonces cuando el periódico de los Godó empezó a sacar beneficio de la Generalitat pagando, con su entrega a la causa del separatismo, sus deudas con los gobernantes del Ayuntamiento y la Generalitat. Lo que ha ocurrido es que, ni Mas, con su órdago al Estado, consiguió el dinero que demandaba ni el Estado supo acertar con el momento preciso para acabar de una vez con la amenaza de Catalunya. Esto puso a Mas en el disparadero, ante la alternativa de recoger velas y aceptar su derrota ante el Estado español o, como ha hecho, seguir en su deriva independentista, impulsado por ERC y por los neo comunistas, como el señor Romera, que ahora le han quitado protagonismo, le impiden rectificar o, al menos, descargar en parte la rigidez de su discurso separatista, de modo que, con sus últimos mítines lo demuestra, ha entrado en una fase, semi esquizofrénica, en la que no sólo ha perdido sus habituales formas educadas, sino que desbarra riéndose de cualquier persona, por categoría y prestigio que tenga, que se atreva a manifestarse en contra de las posibilidades de éxitos del “presunto nuevo estado de Catalunya”.
Es posible que el grupo Godó, en estos momentos, se encuentre entre la espada y la pared ya que, la siguiente fase de esta malograda operación está a punto de materializarse. Si ganan los separatistas por mayoría absoluta, el siguiente paso será nombrar el nuevo Parlamento catalán, a lo que seguirá un proceso constituyente en el que se irán creando las nuevas instituciones del nuevo estado y, finalmente, se encargará a las personalidades pertinentes la redacción de una Constitución por la que debería regirse el pueblo catalán. Claro que todo esto son los planes de Mas y los suyos. Otra cosa será si, aquellos a los que se les ha vendido ya la separación inmediata de Catalunya del resto de España, se muestran conformes con esperar un proceso que puede tardar dos años o deciden tomarse el proceso por su mano y declaran la revolución separatista sin esperar a más.
Y, a todo esto, señores, La Vanguardia seguirá estando en la cuerda floja, pendiente de que el anunciado proceso tenga éxito y si, el Estado español, se decide a tomar las medidas legales y constitucionales que impidan que este proceso separatista pueda comenzar y se decida la intervención en la autonomía catalana, destituyendo a todos aquellos que han participado en esta patochada en la que consiste el intento sedicioso de enfrentar a la autonomía catalana al Estado español. Claro que, todos aquellos que nos sentimos españoles, que amamos a España, que estamos en contra del independentismo tenemos una forma muy eficaz de hacerles saber a los señores de La Vanguardia cual es nuestra opinión al respecto, muy fácilmente: basta con que dejemos de comprar este periódico para que se percaten de que apoyando al separatismo van a tener que afrontar el repudio de todos los españoles, que no compartimos sus ideas.
O así es como señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, consideramos impresentable que haya alguien que se considere español que, no haga, como han hecho tantos bancos y empresarios catalanes cuando han anunciado que, en caso de declaración de independencia, abandonarán el territorio catalán. Como está mandado,