La verdadera noche de los Santos
Jesús D Mez Madrid. Pasado el bodrio (Halloween) que nos están poco menos que imponiendo me parece interesante introducirnos en los entrañables primeros días de noviembre. Ciertamente dolorosos y dulces, porque recordar y celebrar a Todos los Santos para un cristiano es motivo por un lado de pena, pues echamos de menos a tantos familiares y amigos que marcharon a la casa del Padre antes que nosotros; pero por otro lado de gozo, pues sabemos que están disfrutando ya de la plenitud de la felicidad en el Cielo y nos recuerdan que la meta de la vida, lo único importante es llegar al Cielo, el recuerdo del día 2 (todos los difuntos) no es menos entrañable que el 1. Cuantos cosas vividos con estas personas les recordamos en la visita al cementerio.
Pero para llegar hasta allí es necesario cumplir los días de la tierra, pues el Señor nos ha regalado un tiempo —para unos corto, para otros largo— durante el cual debemos buscar la santidad. Pero la santidad no está tan lejos de nosotros como a veces podemos pensar, pues no se trata tanto de acumular virtudes cuanto de aceptar la voluntad de un Padre que a veces, por un designio misterioso permite el misterio del sufrimiento en nuestra vida. Pienso que este es el sentido de la verdadera “noche de los santos” y no las máscaras, brujas, vampiros y calabazas que nos están vendiendo.