Inés Robledo Aguirre

Se puede admitir que personas, que desde su rebeldía, su no convencimiento a las verdades de la fe a su no aceptación a creencias religiosas, les pueda molestar el movimiento masivo de tantas otras personas que acercándose a la Verdad, son seguidores a las enseñanzas de la iglesia a través de las palabras del Santo Padre, y hasta cierto modo, el desconcierto les puede producir dos reacciones, aceptar la postura del que no cree y la otra la realidad del seguimiento masivo a la llamada universal de sus seguidores a su presencia física en España.

La visita del Papa, ha causado regocijo y acogida por parte de los católicos practicantes o menos practicantes, pero si sabedores, que es doctrina clara, cierta y recta.

Las virtudes que el hombre cristiano necesita ante tanta rebeldía, atropello, revanchismo, manifestaciones y ofensas de quienes no aceptan estas verdades se fortalecen ante la aceptación de tanta ignorancia, perdonando y olvidando esas actitudes.

Duele, claro que duele, pero los que ponen tanto empeño en reventar, con su agresión y ofensas, con pancartas y actitudes irreverentes y de mal estilo, terminarán la jornada sin pena ni gloria y ¡hasta la próxima! Al contrario el cristiano que humildemente ha esperado su visita, ha rezado, lo ha comunicado, asiste personalmente o sigue a través de los medios sus misas y homilías, y al espectáculo grandioso de jóvenes, menos jóvenes, enfermos, sanos,… para sentir esa paz que tanto se necesita, para seguir en el mundo que Dios nos ha situado, si, lleno de confusión, pero ahí podremos encontrar el verdadero camino. Alguien dijo: “Es mejor encender una luz, que maldecid la oscuridad”.