José Mª García de Tuñón Aza. El novelista, guionista de cómic y de cine, Andreu Martín Farrero, considerado como uno de los maestros de la novela negra española, que ha ganado varios premios, entre ellos el Nacional de Literatura Juvenil; tres veces el Hammet, concedido cada año durante la Semana Negra de Gijón , etc. etc., he hecho recientemente unas declaraciones en las que dice que «a partir del momento en que el político deja de ser un señor al servicio de la sociedad para convertirse en un profesional que se gana la vida así, ya no tiene por qué tener en cuenta al ciudadano, tiene que tener en cuenta cómo llega a final de mes, cómo consigue cobrar a final de mes, cómo mantenerse en el cargo durante mucho tiempo y cómo calcular qué va a ser de él cuando deje el cargo». Y ha añadido también: «Cuando la obsesión del político es su profesionalidad y no la ideología, porque las ideologías han sido barridas de los temas de conversación, entonces cada vez son más señores que trabajan por dinero, como los gángsters».
No sé si es así como nos lo cuenta el novelista o está exagerando un poco, pero sí me ha venido a la memoria lo que muchos políticos ganan después de haber dejado la política activa, por decirlo de alguna manera. No hay que olvidar, por ejemplo, a Leire Pajín, ministra que fue de Sanidad con 34 años, y que un día nos pidió estar atentos a un acontecimiento planetario, ¿estaría en la luna en ese momento?, para a continuación mezclarnos a Zapatero con Barack Obama, líderes de «dos políticas progresistas» y que, según nos dicen los medios, hoy trabaja en Nueva York para la Organización Panamericana de Salud, que ayudó Zapatero con 60 millones de euros, y le pagan de sueldo en esa ONG unos 150.000 euros anuales más los cerca de 5.000 al mes que le corresponden por haber sido ministra. Total «casi na», que diría un castizo en un país con casi seis millones de parados.
Otro ejemplo lo tenemos en Bibiana Aído, ministra que fue de Igualdad con 31 años, la que también un día pronunció la palabra «miembra», no aceptada por la RAE y, posteriormente, eliminada de la transcripción en el Diario de Sesiones. Como consecuencia de este incidente Arturo Pérez-Reverte escribió un artículo muy sarcástico sobre esta «miembra» titulado «Miembras y carne de miembrillo». A la ministra española de Igualdad y Fraternidad, Bibiana Aído, «que pasará a los anales de la estupidez nacional por lo del miembro, la miembra y la carne de miembrillo, le han dado en las últimas semanas las suyas y las del pulpo, así que no quiero ensañarme. Podría, puesto a resumir en dos palabras, llamarla tonta o analfabeta…». Ahora, según también nos cuentan los medios, tiene trabajo en Nueva York como asesora de la directora ejecutiva de las Naciones Unidas para la Mujeres (ONU Mujer), donde Zapatero destinó 225 millones de euros, y que hoy la «miembra» cobra por su asesoramiento la cantidad 12.500 euros mensuales, más los casi 5.000 al mes por haber sido ministra. Y esto, además, lo que, según está escrito, cobra o cobraba su novio. En fin, todo una delicia de ejemplo para, repito, los casi seis millones de parados.
Se podrían poner más ejemplos, pero se haría muy largo este comentario, sin embargo no me resisto a citar, aunque brevemente, a la que fue ministra de Cultura Carmen Calvo que dijo: «Me gusta madrugar para poder pasar más rato en el baño: allí leo el periódico, oigo la radio, oigo música y hablo por teléfono con alcaldes en bragas». Y esta otra frase que la hizo más famosa: «Estamos manejando dinero público, y el dinero público no es de nadie». Siento no saber nada de su nueva ocupación y los ingresos que pueda tener ahora, pero con esa cultura, por algo fue ministra de Cultura, estoy seguro que no le habrá sido difícil encontrar acomodo bien retribuido.
Y finalizo con la que fue ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, la de «antes partía que doblá» y hoy vicepresidenta del Banco Europeo de Inversiones con un sueldo mensual de 20.000 euros y que siendo ministra organizó un viaje a Siberia para comprobar in situ el funcionamiento de aeropuertos y ferrocarriles en condiciones extremas. Viaje, con sus correspondientes gastos, del que nunca más se supo.