Miguel Massanet Bosch
Lucano decía: “Cada cual sufre su propio naufragio” y el refranero español, menos sutil y más esperpéntico, recoge similar pensamiento en “A cada cerdo le llega su San Martín”. Y es que a estas alturas de la debacle clamorosa del PSOE en las pasadas elecciones que un periódico, como “Público”, por muy sectario, obcecado, intransigente y izquierdista que sea, se atreva a poner en cuestión la clara victoria en las urnas del Partido Popular, dentro de la más legal, transparente y apabullante limpieza democrática, sólo puede tomarse como una broma de mal gusto, una pataleta infantil y una metida de pata descomunal que sólo indica lo que tantas veces les hemos reprochado a estos fanáticos del comunismo, o sea, que no saben aceptar las consecuencias de la democracia y sólo se valen de ella cuando favorece a sus fines y piensan que la pueden manejar a su antojo legalmente o, cuando les conviene, ilegalmente, utilizándola para encubrir sus aviesas intenciones.
No, señores de Público, ustedes saben que la gente ha votado contra una manera de hacer política, lo hayan hecho más a favor del PP o los haya que se hayan decantado por IU o UPyD. La Ley Electoral, nos guste o no, ha dictado sus fallo y el resultado –que en las anteriores elecciones favoreció al PSOE – ha sido mayoritariamente favorable al PP, seguramente, porque los mismos de izquierdas estaban convencidos de que de seguir el PSOE gobernando, nuestro destino final estaba marcado. Guarden su rencor para mejores ocasiones y encajen la derrota como lo hicimos los de derechas cuando los socialistas subieron al poder. Y si no pueden, tomen tila que les irá muy bien.
Sin embargo, como no todo pueden se alegrías, deberemos reconocer que dentro de este mar azul sobrevolado de gaviotas en el que se ha convertido España, existen dos importantes lagunas en las que las expectativas se han queda a medias y los resultados han quedado por debajo de lo previsto. Estas dos autonomías han sido Catalunya y el País Vasco. Lo cierto es que la supuesta lucha, mano a mano, entre el PP y el PSOE, no ha dado el juego que se esperaba en las urnas. No es que queramos darle la culpa de ello al señor Jorge Fernández Díaz, aunque el designarlo para representar al PP en estos comicios no parece que haya sido la mejor idea de los inquilinos de la calle Génova; no, por supuesto, por no tener el personaje la categoría y la preparación e, incluso, la veteranía política requeridas para el puesto al que se presentaba, sino porque hace años que el candidato no participaba en el juego político catalán, a diferencia del bregado Alberto Fernández, su hermano, quien, a mi modesto criterio, debiera de haber sido el candidato idóneo para presentar cara, con mucho más éxito, a la señora Chacón.
Para mí, la verdadera responsable de que el PP catalán no hay tenido más éxito y sólo haya conseguido arañar 105.000 votos más que en las anteriores elecciones; cuando la circunstancia era favorable, las expectativas eran de un gran paso adelante y la confianza de los votantes fieles al PP se acrecentaba, se debe a que no han conseguido calar en una parte del electorado que esperaba más de ellos. Lo cierto es que no han logrado superar el resultado del año 2000 en el que el PP alcanzó los 12 escaños. El 26’6% de los votos del PSC han dejado muy alejado al PP que sólo logró un 20’7; un resultado mejor que en las anteriores legislativas, pero insuficiente, para adelantar al PSC que era la meta a lograr. Las causas inmediatas de que sigamos siendo los catalanes los garbanzos negros de este potaje, entendemos que están en una figura que ha pretendido jugar con dos barajas, desde que está al frente del PP catalán.
Designada a dedo por la dirección nacional del partido, obviando a dos candidatos de grandes méritos y sobrada experiencia política, como D. Sirera y Alberto Fernández Díaz, la señora Sánchez-Camacho entró, como elefante en cacharrería, en la dirección de Barcelona. Sin pretender quitarle mérito alguno a su currículo y reconociendo su capacidad de trabajo, lo cierto es que ha querido siempre jugar a flirtear con el nacionalismo, sin haberse destacado en ninguna ocasión por defender el uso del castellano en las escuelas ni enfrentarse, con convicción, al parlamento catalán, recordándoles la obligación de cumplir las sentencias del TC y del TSJC, acerca del tema del castellano; algo que se han venido negando a hacer.
Su fracaso, si quieren relativo, pero fracaso al no conseguir un mejor resultado del partido en Catalunya; lo ha pretendido justificar por allí donde ha ido, fingiendo que los 105 mil votos de más que ha conseguido en Catalunya han sido los que le han dado la mayoría absoluta al PP. Debo conocer que mis simpatías por esa señora son nulas y que, si he votado al PP, no ha sido por ella sino a pesar de ella, por responsabilidad como español. Como tantas otras feministas creen que para convencer a la gente tienen que hacer una exhibición de su preparación y cuando habla, las ideas le surgen a borbotones y a una velocidad infernal que pone, a quienes la escuchan, de los nervios; consiguiendo, con esta pose de marisabidilla, el rechazo en lugar de la empatía.
Como en otras ocasiones, desde Madrid no han sabido, aunque lo han intentado varias veces, enfrentarse al problema catalán y tomar conciencia de que, el pretender restarle votos a CIU, arrimándose al nacionalismo nunca ha tenido éxito. Por dos razones: la primera, porque los que nos sentimos españoles no queremos votar a un partido que se deja influir por este nacionalismo catalán y, en segundo lugar, porque en Catalunya hay mucha gente, muchísima gente, que lo que quiere son actitudes firmes, defensa sin maquillajes de la Constitución, de la lengua castellana y de una enseñanza bilingüe. El señor Vidal Cuadras ha sido el único que supo entender cual era el problema del PP en Catalunya y, de paso, fue el que con las ideas claras, sin concesiones a la galería y sin ceder ni un palmo de su postura intransigente contra el nacionalismo excluyente; consiguió el mejor resultado electoral en esta autonomía. Entró Pujol y puso como condición la defenestración de Catalunya del señor Vidal Cuadras a lo que, en uno de sus pocos fallos, accedió el señor Aznar. Los resultados son evidentes.
La otra carie que le está doliendo al PP, es el resultado del País Vasco. Yo no sé si el apoyo del señor Basagoiti al señor Patxi López ha sido bueno para la democracia en aquella tierra abertzale; lo que sí he podido ver es que, el líder popular, se ha sentido muy cómodo en su cohabitación con el socialista y que han sido muchas las ocasiones que ha tenido en las que hubiera debido retirarle su apoyo y no lo ha hecho. Una de las veces en las que el silencio de Basagoiti ha sido más clamoroso fue cuando el lehendakari vasco se mostró favorable a la legalización de BILDU y luego repitió la jugada con AMAYUR. Era la muestra evidente de que las circunstancias habían cambiado y que era hora de romper la coalición. Habían vuelto a las negociaciones con los representantes de ETA, con el señor Eguiguren y a través del PNV. El resultado: las provincias vascongadas han quedado copadas por los partidos simpatizantes con ETA y con sus objetivos. Dos sombras, a mi entender, en la gran victoria del PP. O eso es, señores, lo que yo pienso