Las incongruencias del nuevo curso
Manuel Bru. 7 de Septiembre.
En su comienzo este curso se presenta como el curso de las incongruencias, esas que por un lado ponen de manifiesto que cuando el Papa denuncia la ola de relativismo no habla de cuestiones abstractas y teóricas, sino de las cosas más concretas y más necesarias de la vida de la gente; y por otro lado ponen a los cristianos ante el reto de tomar partido, no sólo para denunciarlas, que ya de por si es un servicio ante la dormitación intelectual general que padecemos, sino también para anunciar la importancia de la razón que ilumina la verdad de las cosas. De entre todas las cuestiones que piden a gritos ser salvadas de la epidemia de la incongruencia, la irracionalidad y la contradicción, algunas de nuestros gobernantes sobresalen sobremanera:
En primer lugar, están las incongruencias de nuestros gobernantes nacionales, que se llaman progresistas, pero que se presentan como rancios burgueses instalados en la insensibilidad social: se les cae la baba cuando hablan de igualdad social, pero en cuanto el paro se disparara dejan al celebre Le Pen como un bendito y abogan por cerrar la entrada a trabajadores emigrantes aunque estos ya hayan sido contratados antes de venir. Extremo que la vicepresidenta ha rechazado, pero nunca corregido. Presumen de su origen sindical, y en cambio dicen, con deje de
En segundo lugar, están las incongruencias de nuestros gobernantes andaluces, esos que aprueban una ley que obliga a los médicos a desconectar el hilo que mantiene con vida a aquellos enfermos que sólo son 100% terminales si se termina con ellos. Pero que, miren ustedes por donde, no se atreven a obligar a nadie a que animen a los suicidas en su empeño, que sería de lo más congruente con lo anterior. Incongruencia suma si añadimos que, sabiendo como sabe todo el mundo que estás políticas nazis de limpieza ciudadana no son precisamente muy conformes a la enseñanza y a la vida de la Iglesia, no tienen ningún reparo en regalar en acto ampuloso