Las listas de la memoria histórica en Extremadura: ¿fraude o incompetencia?
Ángel David Martín Rubio. 18 de diciembre.
Aunque la iniciativa llega con un poco de retraso porque ya
Que la región extremeña, y en particular la provincia de Badajoz, fue una de las más afectadas por las ejecuciones que tuvieron lugar durante la pasada Guerra Civil Española es algo que ya documentó acertadamente Ramón Salas Larrazábal en 1977 y que guarda relación con la ofensiva revolucionaria que sufrió esta provincia. Yo mismo, en un estudio sobre la represión publicado en 1997, pude obtener unas cifras derivadas de las estadísticas oficiales publicadas por el INE que situaba a las víctimas de Badajoz en zona frentepopulista en torno a las mil cuatrocientas personas y en un mínimo cercano a cinco mil para las de zona nacional y posguerra. Unos valores que invitan a plantear con toda seriedad y respeto la cuestión.
Los responsables del equipo de investigación citado, sumando ahora los fallecidos de Cáceres y Badajoz, obtienen 12.501 para lo que ellos llaman la represión franquista y 1.496 como consecuencia de la represión republicana. Significativamente, se prescinde de los caídos en acción de guerra aunque, como veremos, a esta causa se deben buena parte de los nombres que figuran en las listas ahora publicadas. Julián Chaves reconoció que «desde que se colgó la lista hace unos días han llamado numerosas personas al equipo de investigación para aportar nuevos nombres y datos, y también para corregir algunos detalles erróneos» (http://www.hoy.es/20081217/regional/publican-internet-lista-fusilados-20081217.html).
A pesar del esfuerzo realizado y que es necesario reconocer aquí, tenemos que reconocer nuestra decepción al hacerse público el resultado de unas investigaciones que se han demorado durante años y que suponemos respaldadas por las instituciones cuyo sello aparece en la página Web en que han sido difundidas estas listas (Universidad de Extremadura, Junta de Extremadura y Diputaciones de Cáceres y Badajoz). Nuestra propia investigación acerca del período de
Así, confrontando estas listas de manera superficial con nuestra propia investigación, y sin referirnos a errores evidentes como contabilizar dos veces al alcalde de Zafra González Barrero con sus dos nombres de Eloy y José (entradas número 4952 y 4953), puede comprobarse que se mezclan con las verdaderamente causadas por la represión nacional ―y no olvidemos que fueron varios miles― muertos con anterioridad a la fecha en que se ocuparon las poblaciones por los nacionales (p.ej. 119 Aguado Espino Juliano, Alburquerque 05 08 1936; 474 Aparicio García Ana, Badajoz 08 08 1936; 2181 Ceballos Galván Ángel Castuera 25 08 1936; 1671 Camacho Chamero Faustino Siruela 10 01 1939); víctimas izquierdistas como las producidas durante los enfrentamientos sostenidos el 19 de julio entre los revolucionarios y fuerzas de orden público (8829 Parra Rubio José Monesterio 19 07 1936 y 8833 Parra Yerga Francisco Monesterio 19 07 1936; curiosamente, Eladio Bayón Villalba fallecido en dicha localidad como consecuencia de la actuación de un vecino que se defendió de la agresión sufrida, aparece en las dos relaciones, la de víctimas de la represión republicana y de la represión franquista); bajas por bombardeos y explosiones (123 Agudo Campos Alfonso Almendralejo 09 08 1936; 3044 Díaz Martínez Juan Almendralejo 08 08 1936); asesinados por los frentepopulistas (425 Amaya Amaya Francisco Talavera
El caso más pintoresco puede ser el de Juan Blanco Platón, a pesar de que ya apareció recogido en la primera edición de nuestro libro Los mitos de la represión en la guerra civil como uno de los nombres que añadía Francisco Espinosa Maestre para incrementar las cifras de víctimas en la capital. Un Edicto del Juez de Instrucción de Badajoz aparecido en el Boletín Oficial de
Cabe recordar, por último, que la presencia de víctimas de izquierdas es uno de los rasgos definitorios del terror en la llamada zona republicana debido a las luchas por el predominio en la propia retaguardia y al afianzamiento del control soviético. Pese a todo, en las listas de la memoria histórica se considera víctima de la represión franquista a Francisco Márquez Ramos (concejal de Oliva de
Otra circunstancia digna de notarse es que estas listas no solamente cometen errores al pretender contabilizar las víctimas de la represión nacional sino que también lo hacen con las de la represión en la retaguardia frentepopulista, tal vez por no tener que aceptar los datos que otros historiadores ya habíamos aportado con mayor precisión. De nuevo se entremezclan los caídos ante los pelotones revolucionarios con muertos en acción de guerra o debidos a otras causas, en algunos casos, incluso algún ejecutado por los nacionales (cfr. http://historiaex.unex.es/media/list_rep_rep.pdf).
Esto último corrobora la impresión de que no estamos ante simples errores o imprecisiones que pueden aparecer en cualquier trabajo de esta naturaleza. Aunque lo cierto es que la mayoría de ellos se podían haber subsanado simplemente con haber tenido en cuenta las aportaciones y la investigación que hemos hecho otros historiadores en lugar de aplicarnos la censura o la descalificación unilateral como la que tuvo lugar en noviembre de 2004 en el Simposio sobre
De haberlo hecho así se podría haber alcanzado una mayor precisión en lo que al número de víctimas se refiere y, sobre todo, un avance en su explicación historiográfica al margen de prejuicios ideológicos. Por ejemplo, no se comprende que se prescinda de los caídos en acción de guerra que podían haber configurado una tercera relación, como si esas muertes no fueran relevantes desde el punto de vista histórico y demográfico como no parecen serlo desde la perspectiva propagandística al uso. Por cierto que estas bajas en acción de guerra en lo que al bando nacional se refiere, tanto en las provincias de Badajoz como en Cáceres, las hemos publicado en el proyecto promovido por Historia en Libertad bajo el título Los otros nombres: héroes y mártires, 1936-1939 (http://heroesymartires.blogspot.com/)
Y es que la llamada recuperación de la memoria histórica forma parte de un proyecto que nada tiene que ver con la historia a no ser su empleo como arma de un combate caracterizado por frecuentes episodios de pobreza conceptual, deterioro moral, agresividad y eliminación de toda voz discordante por eso parece que se ha preferido avivar artificialmente el debate sobre los muertos manejando cifras redondas con las que se pretende superar las no menos arbitrarias que se han dado para otros lugares y silenciando que no es esa la cuestión más importante.
En un mitin celebrado en la plaza de toros de Badajoz el 18 de mayo de 1936, el diputado comunista por Sevilla Antonio Mije amenazó a los enemigos del Frente Popular en términos muy claros:
«Yo supongo que el corazón de la burguesía de Badajoz no palpitará normalmente desde esta mañana al ver cómo desfilan por las calles con el puño en alto las milicias uniformadas; al ver cómo desfilaban esta mañana millares y millares de jóvenes obreros y campesinos, que son los hombres del futuro Ejército Rojo [...]. Este acto es una demostración de fuerza, es una demostración de energía, es una demostración de disciplina de las masas obreras y campesinas encuadradas en los partidos marxistas, que se preparan para muy pronto terminar con esa gente que todavía sigue en España dominando de forma cruel y explotadora» (Claridad, Madrid, 19-mayo-1936).
Es decir, que en la primavera de
Esta es la tragedia histórica que hoy se quiere ocultar y, para eso, se necesitan miles de muertos atribuidos a un bando. Como han puesto de relieve otros historiadores europeos para circunstancias parecidas, la elaboración de discursos que eluden análisis complejos recayendo en el simplismo maniqueo, tiende a imponer una visión de la historia sustentada en los valores que se pretenden imponer desde el presente. Silenciar elementos como los señalados con anterioridad significa prescindir de la complejidad de los procesos históricos, del papel real que desempeñaron los protagonistas, de las luchas por la hegemonía en un determinado momento. En suma, se priva a los ciudadanos que se preguntan sobre problemas que a veces les afectaron directamente, a ellos o a su familia, de las posibilidades que la historia y el método de investigación histórica aportan como única herramienta para un conocimiento racional del pasado.
Por el contrario,