José Luis Jiménez. 22 de octubre.
Autor: Calderón de la Barca. Versión y dirección: Eduardo Vasco. Arreglos y dirección musical: Alicia Lázaro. Escenografía: Carolina González. Vestuario: Lorenzo Caprile. Intérpretes: Pepa Pedroche, Toni Misó, Elena Rayos, Pedro Almagro, Joaquin Notario, Miguel Cubero. Centro Dramático Nacional, Teatro Pavón (Madrid)
Don Pedro Calderón de la Barca es un autor polifacético, prolífico y de una envergadura literaria enorme. Hacia la mitad de su vida (1640) escribió <<Las manos blancas no ofenden>> en donde, posiblemente, inicia un punto de inflexión en su obra. Y esto por varias razones. Hasta ese momento había utilizado, con gran éxito por cierto, el caudal de posibilidades que habían llegado hasta él. Y quiere emprender un camino de innovación. Sin abdicar, todo lo contrario, de las herramientas que tan bien había utilizado hasta ese momento, y me refiero a la comedia, como naufragios, cartas, mujer cortejada o disfraces, sin embargo quiere encauzar el caudal inmenso de su creatividad hacia nuevos derroteros. Con dos elementos principales: el trasvestismo masculino y la música. Este último aspecto es importante. Hasta el punto de que podemos encontrarnos en los inicios de lo que más tarde sería la zarzuela barroca. Para ello utiliza números musicales al estilo de como se utilizaban en Italia. En este caso, además, estan justificados ya que la acción transcurre en este país. En cuanto al trasvestismo masculino, aunque no era inusual, lo aporta un gran caracter. Lo habitual era que una dama se vistiese de hombre, que aquí también se utiliza. En esta comedia palatina hace que un hombre pusilánime, al menos en apariencia, se vea obligado a vestirse de mujer para tratar de conquistar a la amada.Nos encontramos ante una obra de un tremendo ingenio y en la que constantemente fluye la sapiencia literaria del gran Calderón. Parece ser que en los siglos XVII y XVIII fué muy representada. En nuestros escenarios no lo había vuelto a hacer desde hace más de un siglo. Ahora la disfrutamos
No es suficiente que una obra sea de calidad. Si a la misma le añadimos que todo el entramado que conlleva representarla está bien realizado, como es el caso, nos encontramos ante un muy satisfactorio espectáculo.
Eduardo Vasco es el director del montaje y autor de la versión. Vasco, que es el director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico desde 2004, sigue en la magnífica linea que se marcó al tomar posesión. Tanto en su faceta de director de la Compañía como cuando se enfrenta a un montaje en concreto, como es esta obra de Calderón. La versión nos presenta un texto limpio de algunas connotaciones oportunas para su momento pero que ahora no aportan nada. Bien en ese cometido y bien, o muy bien, en la dirección del montaje. Se nota que ha conseguido una comunión con los diversos componentes de la Compañía. En primer lugar los actores que, una vez más, hacen llegar el verso de forma fluida y amena a los espectadores. A lo que se une una actuación sobre el escenario con una enorme soltura. El elenco es amplio y muy competente. Señalar la interpretación de Miguel Cubero en su papel de César, que se ve forzado a vestirse de mujer. Le dota de la gracia y el desparpajo justos, dentro de su muy buen nivel, para conseguir un resultado satisfactorio. Y a Joaquin Notario en el de Federico, quien aspira a conseguir los favores de la princesa. He tenido la oportunidad de ver representaciones de la Compañia desde hace años. Y Notario, en personajes de distinto caracter, siempre ha conseguido altos niveles interpretativos.
La escenografía y la iluminación estan en linea con el resto. Alicia Lázaro, directora musical del montaje, toma como base al compositor Herrando, a la que añade apuntes de José de Nebra y el padre Antonio Soler, muy bien empleados para enriquecer las partes vocales. El resultado es un todo armonioso que se suma a la buena marcha de la obra. Y no quiero dejar de señalar el acertado trabajo de Lorenzo Caprile en la realización del vestuario. En principio, me asusta cuando alguien conocido en el mundo de la moda se acerca al hecho teatral u operístico. Caprile ha conseguido materializar unos figurines que ayudan a recrear un siglo XVIII perfectamente en el espíritu de la obra que nos presenta Vasco. Y no es el primer trabajo, a satisfacción, que realiza para la Compañia.
El <<Siglo de Oro>> español es una fuente casi inagotable, en cuanto a producción literaria se refiere. La Compañia Nacional de Teatro Clásico, una vez más, y en este caso con <<Las manos blancas no ofenden>> nos ofrece un espectáculo de altura y recomendable. No deben perdersélo.