Las noticias de nuestra vida
Manuel María Bru. 8 de marzo.
Para los que nos dedicamos a la información, la actualidad es a la vez el objeto y la herramienta principal de nuestro trabajo. A veces la actualidad manda por si misma, y a veces es la oportunidad -por eso es herramienta- para poder contar -informando y opinando- aquellas realidades que permanecen más allá de lo efímero de una noticia, y que interesan –nos interesan a nosotros mismos antes que a nadie- hasta el punto de que nos ayudan no a “tener más”, ni siquiera sólo a “saber más”, sino que nos ayudan a “ser más”, a ser más nosotros mismos. Cuando además tenemos la suerte -gracia en cristiano- de dedicarnos a la información religiosa, ocurre aquello que mi amigo Álvaro Real decía con maestría: que se nos pide nada menos que tocar el halo del Misterio en la vida de los hombres, y contar con sencillez los acontecimientos, las experiencias, los testimonios de esta vida, y no superficiales chismes de sacristía.
Pero les confieso que a veces nos vemos ante una encrucijada maravillosa, la de tener que informar de cosas que nos afectan muy personalmente, que tocan nuestro ser más profundo, porque, gracias a Dios, son noticias de las que tenemos no sólo un conocimiento suficientemente amplio, sino que amamos apasionadamente. El problema no está en esa absurda idea de la neutralidad subjetiva de la información, como si amar algo te impidiese conocerlo y contarlo mejor que manteniéndose a distancia o despreciándolo. El problema esta en como transmitir, limitados por los formatos de la información, lo que yo llamaría “las noticias de nuestra vida”. Por ejemplo: ¿cómo contar hoy que miles de jóvenes hacen