Las situaciones de malestar y decadencia no son irreversibles
Manuel Morillo. 24 de noviembre.
La historia la hacen los hombres y no el destino; y la historia de España, la de hoy y la del futuro, la tenemos que hacer los españoles de nuestro tiempo.
Es la imagen la que trata de convencernos de que los valores consustanciales con el ser de España carecen de vigencia, de que los ideales por los que los españoles hemos vivido históricamente eran falsos, de que las exigencias morales que definían nuestra conducta, tabúes ridículos de los que es necesario desprenderse. Y a esa imagen hay que oponerse, y a todo ello hay que decir valientemente que ¡No!; que no es verdad.
Ante la amenaza creciente a la identidad nacional, a nuestra raíz cristiana, a nuestra cultura, a nuestra natalidad, debemos decir que ¡No! Y aunque tengamos la percepción de que los españoles parecemos cansados, hastiados, fatigados, suponiendo que no hay nada que hacer, y de que no hay otra solución que resignarse y retrasar la hecatombe con el mal menor, tanto en los aspectos políticos como sociales, tenemos la obligación de no dejarnos engañar por esa percepción y trabajar por transformar nuestra sociedad.
Si hay algo que obliga en conciencia es laborar por el bien posible. Y laborar por el bien posible significa olvidarse del mal menor, que, siendo un mal, no se le quiere en el fondo y, además, se le teme.
La política del mal menor es la política del miedo, y sobre el miedo no sólo no se edifica nada, sino que se envalentona al adversario que acosa y desprecia al miedoso.
La política verdadera es la del bien posible, y el bien posible no produce miedo. El bien se busca y se sirve con amor.
La labor social y política la debemos concebir y realizar como una empresa de amor: de amor a una Verdad revelada, por la qué se conoce, de una parte, al hombre en su plenitud, y de otra, el sentido de la historia que el hombre hace; y de amor a España, que ha escrito en el curso de su Historia páginas brillantes y que está llamada, no a desaparecer victima de enemigos y desertores, sino a escribir páginas más brillantes todavía.