Las vascongadas en Castilla
María Landaluce. Con cierta frecuencia, por lo menos en España, hay políticos que tratan de tergiversar la historia y retorcerla para que pueda encajar en el puzzle con la imagen que quieren vender. En el caso de los nacionalistas, la Historia con mayúsculas, y esa imagen que pretenden vender para alcanzar sus propósitos nunca concuerda. En ocasiones se parece ligeramente pero normalmente nunca resiste un estudio minimamente serio, que por otro lado solo consiste en consultar los documentos existentes.
En el caso del nacionalismo vasco en concreto, desde hace años son responsables de enseñar en ikastolas y colegios una historia del pueblo vasco, por separado, que poco o nada tiene que ver con la realidad de lo ocurrido a lo largo de los siglos. Para empezar se aferran en imbuir a los engañados estudiantes, un pasado en común de las tres provincias españolas, por no hablar de los territorios franceses, que jamás ha existido a lo largo de la historia y menos aún aparte de la suprarealidad nacional española.
Esto a lo largo de la historia. Con respecto a la prehistoria existen tan ligeros indicios, no documentados claro, que no permiten a día de hoy, llegar a conclusiones serias que no sean algo más que propaganda. Si pretendemos mantenernos en un plano medianamente coherente y veraz, la historia demuestra que los tres grandes territorios vascongados, a groso modo, han seguido caminos separados desde hace más de mil años, como poco.
Desde la Reconquista, pues antes apenas se sabe algo más sobre las tribus de vascones que el que fueran pueblos feroces de cultura muy rudimentaria, tanto Guipúzcoa como Vizcaya y Alava siguieron rutas independientes en su devenir histórico. Desde muy temprano sus intereses, sus fronteras, su desarrollo y sus acontecimientos políticos fueron distintos entre las tres provincias. Las tres acabaron incorporadas a la Corona de Castilla, pero en distintos procesos y en diferentes épocas.
Con respecto a Guipúzcoa, el primer documento histórico que existe hasta la fecha y que hace mención a Ipuscua, está fechado en el año 1025 y relata como, perteneciendo al reino de Pamplona, ni siquiera de Navarra aún, el rey Sancho III y García Arcenáriz, señor del lugar, hacen unas donaciones de tierras. La parte occidental de Guipúzcoa 50 años después, en clara discordia con Pamplona pivota hacia la órbita de Vizcaya y se incorpora a Castilla en 1076, reinando Alfonso VI, por lo que son los Señores de Vizcaya los que gobiernen medio territorio guipuzcoano, en nombre del rey de Castilla; mientras la mitad oriental pertenece a la corona Navarro-aragonesa. Hasta que fallecido Alfonso el Batallador se separan ambos reinos y García Ramírez restaurador del reino de Pamplona se hace con los tres territorios en 1134, titulándose rey de Guipúzcoa al igual que su sucesor, hasta que en 1200 Alfonso VIII incorpora definitivamente Alava y Guipúzcoa a Castilla, no solo por las armas sino por la decisión de las pueblas guipuzcoanas de abandonar Pamplona e incorporarse a los castellanos. Lo contrario que ocurrió con los alaveses, como ahora veremos. A partir de ahí los reyes castellanos, a lo largo de los siglos fueron fundando y poblando decenas de villas y ciudades en Guipúzcoa, en contraposición a la fundación navarra de San Sebastián
En el caso de Vizcaya, el primer documento que hace referencia a tal nombre data de la Crónica de Alfonso III en el siglo IX; en el siglo siguiente en el Códice de Roda figura el nombre del conde vizcaíno Munio casado con una hija del rey navarro Sancho Garcés. Cuando en 1076 es asesinado el rey navarro Sancho el de Peñalén, La Rioja, Alava, parte de Guipúzcoa y Vizcaya apoyan su incorporación como territorios diferenciados a la Castilla de Alfonso VI. Poco después,
D. Diego López de Haro, Señor de Vizcaya apoya decisivamente a Dª Urraca hija de Alfonso VI en sus disputas con su marido el navarro Alfonso el Batallador. Alfonso VIII le entregó el dominio de toda la tierra de Vizcaya y el Duranguesado, incrementados por Fernando III con los dominios de Orduña y Valmaseda pertenecientes a Castilla.
D. Diego López de Haro II, Señor de Vizcaya es el comandante en jefe de las tropas castellanas que en 1200 conquistan Vitoria y también el comandante de la vanguardia de las tropas de Alfonso VIII en 1212 en la famosa y decisiva batalla de las Navas de Tolosa. A lo largo de los siglos XIII y XIV los señores de Vizcaya se suceden, por línea masculina y femenina, como súbditos de la corona de Castilla hasta que en 1379 el título se incorpora a los de los reyes de Castilla
La historia de Alava es aún más diferente. Sus territorios pertenecieron a romanos y visigodos y fueron desde temprano paso obligado desde Europa a la península, atravesada entonces por calzadas romanas, luego el camino de Santiago y hoy por autovías y autopistas. Es también en la Crónica de Alfonso III a finales del S.IX, cuando aparece por primera vez recogida documentalmente una referencia a Alava. No pudieron ser las tierras alavesas repobladas por Alfonso I al igual que otras del norte hispano, a consecuencia de las múltiples razias que efectuaron los caudillos musulmanes en sus correrías de los siglos VIII y IX, permaneciendo las escasas poblaciones alavesas a la defensiva, hasta caer bajo la dominación de los reyes navarros.
A pesar de lo exiguo de su territorio, se pueden distinguir hasta cinco territorios diferenciados en la historia alavesa, cada uno con vinculaciones distintas a Guipúzcoa, Vizcaya, Castilla o Navarra, dependiendo de la época. Entre los siglos X y XI, al igual que la incipiente Casilla, Alava se ve gobernada por condes semindependientes, hasta que cae en poder de los reyes pamploneses, sirviendo de frontera entre Castilla y Navarra junto a La Rioja. Con Alfonso VIII, en 1200 pasa a depender definitivamente a Castilla, excepto el territorio de la Cofradía de Arriaga, que a modo de Señorío como el de Vizcaya, permanece sin incorporar a las tierras de realengo, aunque dependiendo indirectamente del soberano. Esto es así hasta 1332 cuando los cofrades se dirigen al rey castellano, Alfonso XI, solicitándole que les recibiera el señorío para unirlo a la corona, les otorgara fuero escrito y les pusiera oficiales de justicia. Ya nunca se separaría.
Los Trastámara, Reyes Católicos, la casa Austria, los borbones... de la corona de Castilla, pasaron los tres distintos territorios vascongados a ser provincias de España. El tema en detalle puede ocupar varios tomos, pero esta es la síntesis. Así se ha comprendido siempre excepción hecha de las victimas de la Logse y los condenados a ikastola.