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Marine Le Pen se convertirá en árbitro determinante de la segunda vuelta

Le Pen y las claves de las presidenciales francesas

José Luis Orella.  La primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas ha causado la sorpresa de la llegada al tercer puesto de Marine Le Pen, quien se convertirá en árbitro determinante de la segunda vuelta entre Sakorzy y Hollande. Sin embargo, las sorpresas han sido pocas, el centrista Bayrou ha sacado unos resultados más que aceptables en el centro sur del hexágono francés, donde vive placidamente con su familia. Es el único que permanece con su primera esposa y es feliz. Su voto, se prevé, vaya un tercio a Sarkozy, otro a Hollande y el resto a la abstención. Con respecto al Frente de Izquierda, que ya ha decidido su apoyo al candidato socialista, es la aplicación del modelo español de Izquierda Unida. El viejo y anquilosado Partido Comunista fue hundiéndose y de sus restos fueron surgiendo listas y agrupaciones radicales de izquierda con más o menos éxito. Ahora con un candidato procedente del socialismo, y un discurso antisistema, ha conseguido aglutinar ese voto, camuflando al PCF en una coalición de nueva imagen. El resultado ha sido recuperar el núcleo central del voto de izquierda disperso. No obstante, el gran perdedor del campo de la izquierda han sido verdes y radicales no integrados. La crisis y la fuerza nuclear que Francia dispone, no permite especulaciones sobre cierres de centrales atómicas, cuando países como España compran electricidad a esas centrales.

En cuanto al voto al Frente Nacional, que tanto ha alarmado a algunas chancillerías europeas, no es tanto por ser la extrema derecha, como por haber dejado de serlo. El padre de Marine Le Pen  tenía un 10 % de voto fijo radical, formado por la extrema derecha, pied noirs exiliados de Argelia y nostálgicos del imperio francés. Su principal éxito fue entrar en el caladero de voto de un obrerismo populista muy castigado, que perdió derechos sociales ante la llegada masiva de la inmigración magrebí. Su hija ha conseguido aglutinar a ese voto, un 2 % de antiguos disidentes, pero también un 5 % de derecha soberanista, que en algunas ocasiones era capaza de votar a regañadientes al FN, pero que procedente del sector duro del Gaullismo, defiende un discurso que remarca la antigua grandeza de Francia, la construcción del Estado de Bienestar francés en la década de los sesenta del general, y el mantenimiento de la soberanía francesa ante una Europa cada vez más alemana. La nueva imagen de un FN moderno, integrado en el sistema republicano, eliminados los antiguos caudillos de un pasado neofascista, ha proporcionado que el electorado rural conservador, prefiera a la rubia Marine, que al amigo de las grandes fortunas francesa Sarkozy. El voto joven de protesta, el rural de las zonas deslocalizadas de servicios sociales, y el urbano periférico que se ve marginado por la administración en beneficio de los nuevos pobres, buscan un nuevo populismo gaullista que no encuentran en el mensaje ultraliberal de un Sarkozy aliado con Alemania.

La ventaja de Hollande a la hora de ganar es disponer de la movilización del total del voto de izquierdas, y de un discurso que cala en los electores, prometiendo inversión en trabajo. Entretanto, Sarkozy promete recortes, cuando su familia sale rodeada de lujos, y apela al único depósito de votos que es el FN. Sin embargo, esa reserva de votos tiene un precio, el cambio de la ley electoral en las legislativas, a un sistema proporcional que permita que un partido con un 18 % de apoyos no quede extraparlamentario por la aplicación de un sistema mayoritario que favorece a los grandes partidos del sistema. Si Sarkozy cambia la ley electoral para higienizar el sistema podrá tener oportunidad de ser reelegido, sino Europa se reequilibrará de nuevo con la aparición de un nuevo socialismo alternativo al ultraliberalismo promocionado por la señora Merkel.