Libertad religiosa para todos los pueblos
Jesús D Mez Madrid
“Expreso mi deseo de que en Occidente, especialmente en Europa, cesen la hostilidad y los prejuicios contra los cristianos, por el simple hecho de que intentan orientar su vida en coherencia con los valores y principios contenidos en el Evangelio”. Así se expresa Benedicto XVI en su Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, el pasado 1 de enero. Son palabras en sí mismas muy graves y se hacen casi dramáticas cuando urge “que Europa sepa reconciliarse con sus propias raíces cristianas, que son fundamentales para comprender el papel que ha tenido, tiene y quiere tener en la historia”.
Pero el Papa no reclama únicamente la libertad religiosa para los cristianos. Al contrario, la reclama para todos los hombres. Porque “toda persona ha de poder ejercer libremente el derecho a profesar y manifestar, individualmente o comunitariamente, la propia religión o fe, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, las publicaciones, el culto o la observancia de los ritos”. De tal modo, que no han de existir obstáculos ni siquiera para quien “quisiera adherirse eventualmente a otra religión o no profesar ninguna”.
La libertad religiosa no es, por tanto, un “patrimonio exclusivo de los creyentes sino de toda la familia de los pueblos de la tierra” y “es un elemento imprescindible de un Estado de derecho”; de ahí que sea una conquista de progreso político y jurídico. Esto se debe a que este derecho se fundamenta “en la dignidad de la persona humana”, cuya naturaleza trascendente no se puede ignorar ni descuidar.
Consecuentemente, toda persona humana es titular del derecho sagrado a una vida integral, que incluye la dimensión espiritual. Sin la apertura a la trascendencia, la persona humana se replegaría sobre sí misma y no lograría encontrar respuestas a las grandes cuestiones por las que se pregunta el corazón del hombre, entre las cuales están el sentido de la vida, del dolor y del más allá de la muerte. Esperemos que nuestros políticos comprendan esto antes de imponer leyes que restringen esta libertad.