Lléveme a Diego Martínez Barrio con Indalecio Prieto
Carlos Gergorio Hernández. 6 de Noviembre.
Por favor, señor taxista, lléveme a Diego Martínez Barrio con Indalecio Prieto. Nunca pensé pronunciar esta frase. En los libros de historia de la Segunda República pueden leerse cosas semejantes pero estoy en Leganés y este es su callejero. A izquierda las batallas de Brunete y Teruel, a la derecha la del Ebro (no se si el orden responde al resultado de los combates). Giramos a la izquierda en Federica Monseny. Esta anarquista y ministra del Frente Popular fue quien escribió sobre el 20 de julio de 1936 “el día se extinguía gloriosamente en medio del resplandor de los incendios, en la embriaguez revolucionaria de una jornada de triunfo popular (…). Las mujeres y los hombres, dedicados al asalto de los conventos, quemaban todo lo que dentro de ellos había, incluso el dinero (…)”. E incluso a los frailes, prosigo yo. Después de la cita el giro parece más pronunciado. Antes la calle estuvo dedicada a Miguel Maura, que no debía ser lo suficientemente republicano para los autores del callejero. Llegamos a la Avda. Pablo Iglesias. No tomamos Lehendakari Aguirre. Bastante trago es coger Jiménez de Asúa, el socialista que admiraba el sistema penitenciario soviético, incluyendo las deportaciones a Siberia. En el tránsito cruzamos Josep Tarradellas, Tomás Meabe, Juan Negrín, Salvador de Madariaga y Victoria Kent, que estuvo en contra del voto femenino en las cortes republicanas porque podía favorecer a los reaccionarios. Con esta compañía entiendo a los que sostienen que Lerroux, por muy republicano y anticlerical que fuera, era de “derechas”. Siguen Casares Quiroga y Julián Grimau, subidos al viario tras bajar las autoridades municipales a Melquíades Álvarez (uno de los asesinados por el Frente Popular), Sagasta y Cánovas del Castillo. Queda claro que unos y otros muertos no valen lo mismo. Todas cortan a Dolores Ibárruri y Francisco Largo Caballero, el conocido Lenin español. Pero la vía más grande es para Manuel Azaña. Qué feliz estaría José María Aznar de contemplarlo.
Falta cierto orden en la distribución de las calles y cuando el taxista quiere dirigirse a la derecha el sentido del tráfico nos conduce irremisiblemente a la izquierda. Parece también esto cosa de ideología. La conexión entre las calles tampoco permite aclararse. No sé si el socialista procomunista Juan Negrín se sentiría feliz tan cerca del conde de Barcelona, por muy antifranquista que fuera durante algunos años de su vida. Mejor hubiera estado colocarle cerca de don Inde, como decían las revistas satíricas de la República. Llega a tal punto el barullo que de la monarquía saltamos a Salmerón y Pi y Margall, presidentes de la Primera República. De camino hemos podido ver en otros lugares de Leganés un monumento a las stalinistas Brigadas Internacionales, otros a “Pasionaria” y al poeta bolchevique Alberti, también a Miguel Hernández, Neruda y Salvador Allende, cuya calle es el eje de todas las dedicadas a las naciones hispanoamericanas. También tiene vía el dirigente comunista José Díaz, parque la Segunda República, un enorme busto el Che Guevara y José Saramago y la espartaquista alemana Rosa Luxemburgo sendos centros cívicos. Parece que el callejero lo han construido desde el blog del Partido Comunista local, denominado “partidopartidopartido”. Todavía les dura el mantra de Stalin. ¿Cómo se sale de aquí?
Difícilmente se podrá aplicar mejor la “Ley” de los que han elaborado la Memoria Histórica. Así es la “reconciliación” practicada a izquierdas. Este y no otro es el auténtico rostro de unos partidos que pretenden ser herederos de la Segunda República, en un país cuyo presidente se proclama “rojo”, con un Partido Comunista que abjura de su apoyo a la Constitución de 1978 y con una oposición que desprecia todo el bagaje histórico que podría atesorar y prefiere como referente a Manuel Azaña.
Leganés es una de las grandes ciudades que conforman