Lo del CNI no es cosa para pasar el rato
Rafael González. 5 de julio 2009. Parece ser que ya se ha superado el mal trance que nos ha hecho tragar el señor Alberto Saiz, al frente del Centro Nacional de Inteligencia, donde, según todas las denuncias y fotos publicadas, se pasaba él tan buenos ratos. Con su dimisión, sugerida, obligada o motu propio, se abre una nueva etapa para tan sensible organismo del Estado, ahora con grandes posibilidades de que el rigor, la seriedad y la parquedad propias de un militar del prestigio del teniente general Félix Sanz se conviertan, para sus componentes, en divisa de conducta, pública y privada.
A mi, esos buenos ratos pescando o de cacería en países exóticos que se pasaba el señor Saiz, su mismo apellido y el hecho de que haya sido sustituido por alguien de apellido parecido, Sanz, me ha hecho recordar el prólogo que escribió Unamuno para su novela San Manuel Bueno, Mártir. Cuenta Unamuno que Eusebio Blasco “esparció” en Madrid un “sucedido” en una reunión de familias de Granada. La dueña de la casa, al dirigirse a un caballero, empezó: “Dígame… Pero, antes: ¿se llama usted Sainz Pardo, o Sanz Pardo, o Sáez de Pardo?” A lo que el aludido respondió: “Es igual, señora; la cuestión es pasar el rato”. Unamuno añade: “Y más tarde agregué yo esta sentencia: ‘… sin adquirir compromisos serios’, redondeándola así”.
Lo que no dice Unamuno –no sé si Eusebio Blasco lo aclaró o no- es que la señora no dio ni una. Porque el caballero en cuestión no se apellidaba de ninguna de las tres maneras que preguntó la señora, sino Saiz Pardo. Lo sé porque me lo dijo su nieto, Melchor Saiz-Pardo Rubio, que fue muchos años director de Ideal, de Granada y, por tanto, compañero mío en la Junta de Directores de Periódicos de la Editorial Católica.
Pero, volvamos al presente. Este Saiz, el ya ex jefe de los espías, que no me consta que tenga nada que ver con Saiz-Pardo, mi amigo y colega, ha dimitido. Era una decisión que se estaba esperando. Puesto que las particulares maneras de pasar sus ratos libres y de costeárselos, “adquirieron compromisos serios”, según la sentencia unamuniana. O sea, que fue una vergüenza pública y un baldón para la institución. Sus miembros no estaban acostumbrados a eso, por lo que se había generado un profundo malestar entre departamentos y agentes. Era tal el malestar que acabó desbordándose a los medios de comunicación. Porque han sido los propios miembros del CNI, en medio de grandes divisiones internas, los que han provocado el estallido final.
Saiz tuvo que comparecer ante la Comisión de Secretos Oficiales, pero no consiguió justificar que todos los gastos generados en su ocio los había pagado con su propio dinero. Al menos, no ha trascendido; pero cuesta creer que así haya sido, dado el volumen y cantidad de medios y gente que le acompañaba en esos esparcimientos del ya ex director de los espías españoles.
¿Y con esa dimisión acaban todas las responsabilidades? La ministra Chacón, de quien dependía el señor Saiz, había tenido conocimiento hace ya meses de las graves acusaciones que agentes del CNI venía formulando contra su director. Existe una carta que unos directivos del centro enviaron a la secretaria general, y ésta informó a la ministra. No obstante, Saiz fue renovado en su cargo. Por tanto, tanto la ministra Chacón como el presidente Zapatero son los responsables últimos de la situación creada por haber mantenido y renovado en el cargo al director de nuestros servicios de inteligencia, que por su propia naturaleza no sólo hay que dirigir inteligentemente sino con suma discreción y sobriedad.