Fernando Ballesteros. Hace poco más de una semana los envíados especiales a las Copa de las Confederaciones hablaban del brillo especial en los ojos de Villa. El fichaje por el Madrid estaba cerca. Pero la cosa se torció y, hoy por hoy, la operación está parada, momentaneamente, claro. Donde había brillo ahora hay tristeza: un drama.
Los malvados dirigentes del Valencia que, a juzgar por algunas informaciones le tienen secuestrado allí, han motivado que el "7 de España" esté enfadado y poco comunicativo. Tanto que los envíados destacan que pasea por las inmediaciones del hotel pegado a sus cascos, escuchando música. Yo imaginaba la escena y no lo veía tan grave, luego caí en los gustos musicales que se gastan nuestros internacionales y, efectivamente, creo que es algo trágico.
De todas formas, al final, Villa se quitará los cascos porque queda mucho verano y su historia con el Madrid parece condenada a llegar a buen puerto a pesar de todo. Finalmente, recuerden, que los jugadores además juegan donde quieren.
Y es aquí cuando aprovecho para decir que estoy hasta el gorro de la frasecita de marras. La escucho a todas horas y cada vez que alguien la pronuncia lo hace con la firmeza del que está descubriendo un gran secreto, una verdad revelada. Y por cierto, ya puestos, si está tan claro que todo club ha de plegarse al deseo de su estrella, propongo que acabemos con el formulismo de los contratos, no veo la necesidad de gastar tanto papel para nada.
Mientras Florentino libera de sus valencianas cadenas a Villa, el asturiano pasa los días llevando a España a las semis de la Copa y preparándonos a todos para otra gran alegría. La selección de Del Bosque sigue llevándose récords por delante y él "erre que erre" cada día más humilde. Bien harían los medios en seguir su ejemplo porque llevamos unos meses reinando en el fútbol mundial tras años y años a dieta de colines -y casi siempre ni eso- y detecto que desde los medios se empieza a sacar demasiado pecho. Humildad señores.