Los Goya ¿premios a la excelencia o reunión de auto bombo endogámico?
Miguel Massanet Bosch. Algunos tenemos la sensación de que, en este país y entre algunos grupos o sectores muy específicos, se ha instalado la idea de que han sido llamados por el pueblo para convertirse en los censores, críticos, denostadores y encargados de encabezar la oposición al legítimo gobierno de la nación. Es evidente que cada profesión tiene un objetivo determinado al que los que la ejercen deben dedicar sus esfuerzos para prestigiarla y para convertirla en su modus vivendi. Es, por desgracia, muy corriente que existan algunos individuos que no han sabido elegir su profesión adecuada, no han tenido el empeño, esfuerzo y capacidad precisa para conseguir alcanzar los objetivos que se fijaron para su futuro y han tenido que recurrir a otras opciones en las que se han tenido que esforzar menos para instalarse. Aún así, siempre existen los que, incluso descendiendo a cotas más bajas, no dejan de quedarse en medianerías que tienen que conformarse en vivir a salto de mata, a trancas y barrancas y dependiendo de la suerte. Uno de estos oficios, refugio de fracasados en otros intentos, es, ha sido y será, si Dios no lo remedia, el sector de los cómicos o de la farándula, como acostumbro a nombrarlos.
Claro que, en España, hemos tenido grandes actores, evidente que los escenarios han acogido a grandes artistas del canto, del baile, de las letras, del drama y de la comedia. Todos recordamos a una Társila Criado, a un Carlos Lemos, Enrique Guitart, a una Ladrón de Guevara, a la familia de los Prendes , a Fernando Fernán Gómez y a muchos otros que sería prolijo enumerar. Todos ellos han prestigiado nuestros teatros y pantallas de cine. Sin embargo, esta profesión alberga a un buen número de actores secundarios, de meros figurones y de comparsas que también se dedican a vivir de la farándula. Quizá, es uno de los gremios en los que para ascender existen más dificultades y en los que más envidias y frustraciones existen. Suele suceder que, en ocasiones, se confunde la realidad con la ficción y, por ello, en ocasiones se sienten llevados por la solidaridad y es muy frecuente que trabajen de gratis, o acudan a actos benéficos para colaborar. Es posible que, ellos mismos, se consideren unos grandes benefactores pero, no se dejen engañar, en estos actos de generosidad, altruismo y solidaridad existe mucho de cálculo, de auto propaganda, de falso desprendimiento y de promoción de la imagen.
A los que han conseguido triunfar, los que han conseguido grandes fortunas, aquellos que tienen asegurado su futuro y que han conseguido un estándar de vida que les permite vivir en el lujo; a todos estos, señores, no les cuesta nada mostrarse preocupados por los desahuciados de la fortuna, por los que carecen de lo necesario o de aquellos que no han dado un golpe en su existencias y están convencidos de tener derecho a que el resto de ciudadanos se ocupe de alimentarlos y ocuparse de su bienestar. Es más, son precisamente estos ( muchos de ellos se hicieron famosos dentro del franquismo) los que están interesados en aparecer como de izquierdas, ser los primeros en criticar al poder, exigir más libertades, apoyar a los “compañeros” que no han logrado triunfar, a aquellos a los que, en ocasiones, ellos mismos han rechazado para formar parte del elenco de sus compañías y los que piden más subvenciones, apoyos, prebendas y ayudas de parte de la Administración, aunque se esté en un periodo de crisis que afecta por igual a todos los sectores de la nación.
El egoísmo se muestra en toda su absurda dimensión cuando directores, actores, promotores, empresarios de cines y teatros, dobladores, técnicos, cámaras y toda la parafernalia que forma parte del gremio del espectáculo; se lamentan de que se les haya subido el IVA, cuando esta medida a afectado a todos los otros sectores de la industria y el comercio, la agricultura y los servicios. ¿Acaso tiene una bula especial? No la tienen, pero se dicen defensores de la “cultura”, si señores, para este gremio de la farándula la cultura radica en ellos aunque muchos, precisamente su poca disposición para el estudio, el trabajo duro o el deporte, les ha impulsado a seguir el camino que se les ha antojado menos escabroso. Cuesta, a veces, poder comprender como, por ejemplo, el cantante Ramoncín, un señor que empezó cantando barbaridades, obscenidades y haciendo críticas de todo lo que le rodeaba; ahora lo veamos sentado, como un señor formal, intelectualizado y con apariencia de gran experto en materias políticas y sociales, en compañía de personalidades, catedráticos y grandes escritores y políticos, en las tertulias de la TV, en las radios etc. ¿De dónde esta ciencia infusa?
Lo que sucede es que, este gremio del espectáculo es un coto cerrado en el que se siguen cociendo los rencores de la Guerra Civil , la fobia a las derechas ( empresarios, financieros, militares y políticos), una aversión, que les viene de sus ideas libertarias y de su relativismo manifestado en su repudio a la Iglesia, especialmente la católica , contra la cual no escatiman insultos, amenazas, desprecio y chirigotas, sin que le preocupe el hecho de que con ello ofenden a millones de personas que se puedan sentir próximas a la herencia cristiana de esta nación. Aquí o se está con ellos o aquellos del gremio del espectáculo que no comulgan con sus ideas quedan excluidos y vetados para cuando se producen las entregas de premios. Los premios Goya, en realidad, se cuecen entre ellos y lo de menos es si la película, el actor o el guión son buenos, malos u horrorosos, lo que prima es que no salga del círculo cerrado de los progresistas que tienen acaparada la industria del cine.
Seguramente, habrá en la gala las típicas alusiones al ministro de Cultura ( que, muy atinadamente, a renunciado a concurrir) los chistes fáciles, chabacanos e inconvenientes y los speach de algunos de los favorecidos con los premios, reclamando más ayudas, criticando al Gobierno y sacando a relucir algún antepasado que murió en las filas de los rojos durante la contienda del 1.936. Lo acostumbrado, que ha logrado convertir una entrega de premios en un acto de exaltación de la izquierda de la más baja estofa. No faltarán los habituales millonarios, convertidos en contestatarios, como los Diego, Concha Velasco, José Sacristán, Ana Belén, la familia Bardem con su belicosa madre siempre en pie de guerra y todo un largo etcétera en el que, con toda posibilidad, aparecerá aquella enjuta y descarada Eva Hache que se permitió enfrentarse con el señor ministro de Cultura, una descortesía imperdonable de la que parece que, todos estos que ahora “deploran” y “critican la no asistencia del ministro Wert a la Gala, se han olvidado. ¿Qué esperaban que pusiera la otra mejilla?
Y es que estos de la “divine gauche” no conocen lo que es distinguir entre un acto de entrega de premios, en el que se deben seguir una normas de respeto para las autoridades que presiden la función y un acto político de protesta, que tiene que llevarse a cabo en otros lugares y tiempos. Prepararle una encerrona al señor ministro, en un lugar en el que se encuentra rodeado de adversarios políticos y pensar que va a caer por segunda vez en la trampa, es no tener ni idea del tema. Seguramente, a estos señores se les ha fastidiado el invento que es posible le tendrían preparado al señor Wert y esto ha sido lo que tanto les ha irritado. O así es, señores, como veo todo este tinglado de los Goya, o del Komintern de la farándula española.