Redacción Madrid. 25 de febrero.
Los pacientes que utilizan los recursos sanitarios de un modo injustificado o excesivo, conocidos como hiperfrecuentadores, acuden arbitrariamente a la consulta de Atención Primaria 12 o más veces al año. Representan entre un 5-10 por ciento del total de los pacientes asignados a un médico y la mayoría de ellos muestran un gran sufrimiento y la necesidad de que sus padecimientos sean validados y legitimados por los médicos.
A pesar de que existe una tipología variada de paciente hiperfrecuentador, lo cierto es que el 20-25 por ciento de los que acuden a Atención Primaria lo hacen por síntomas somáticos. Estos pacientes consumen como media 8-10 veces más recursos sanitarios que el resto.
El origen de las somatizaciones es multifactorial y, por lo general, el enfermo somatizador manifiesta el estrés ante acontecimientos vitales adversos a través de síntomas físicos. La situación más habitual es la de un paciente que se queja siempre del mismo dolor y al que, a pesar de hacérsele muchas pruebas, nunca se le llega a diagnosticar una dolencia orgánica. Los expertos aseguran que, para ser considerado somatizador, tienen que padecer un mínimo de cuatro síntomas dolorosos, relacionados al menos con cuatro sistemas diferentes: dolor (abdomen, dorso, articulaciones, extremidades, recto...); gastrointestinal (al menos dos síntomas diferentes al dolor: náuseas, vómitos, diarrea, intolerancia alimentaria); síntomas sexuales (al menos uno: disfunción eréctil o eyaculatoria; menstruación irregular y polimenorrea) y síntomas pseudoneurológicos (al menos uno, como pueden ser mareos).
Para el Dr. Javier García Campayo, de la Unidad de Psiquiatría del Hospital Universitario Miguel Servet de Zaragoza, “los somatizadores son personas que tienen enfermedades psiquiátricas, principalmente ansiedad y depresión, pero que se muestran en forma de síntomas físicos. El paciente está convencido de que tiene una enfermedad física y demanda pruebas complementarias para hacer desaparecer sus síntomas”. Las somatizaciones pueden ser agudas –si hay síntomas de corta evolución- o crónicas -cuando el paciente presenta más de seis meses de evolución-.
Dentro de los somatizadores encontramos otros grupos como los hipocondríacos, que muestran un miedo y preocupación exagerada ante la posibilidad de desarrollar una enfermedad grave y que solicitan pruebas y exploraciones. Su incidencia en Atención primaria es del 2 por ciento. También hay pacientes que se quejan de un dolor intenso que no puede explicarse completamente por un proceso psicológico o somático (trastorno por dolor somatomorfo) y otros que presentan síntomas físicos pseudoneurológicos consistentes como parálisis, ceguera y confusión (trastorno por conversión).
Los especialistas coinciden en que gran parte de los hiperfrecuentadores también acuden a consulta debido a motivos de problemática social. “Muchas personas, sobre todo ancianos, no tienen una red social (familia, amigos) y esto hace que la con los profesionales sanitarios”, explica Javier García Campayo.
Relación con otras enfermedades
Se ha observado que estos pacientes tienen una mayor prevalencia de enfermedades somáticas crónicas, enfermedades psiquiátricas (depresión, ansiedad, trastornos de personalidad). “Muchos de los hiperfrecuentadores padecen somatización. Por eso es excepcional que un hiperfrecuentador no tenga una enfermedad psiquiátrica, principalmente ansiedad y depresión somatizada”, añade el especialista.
Tratamiento
El conocimiento insuficiente de los trastornos que presentan estos pacientes y la no existencia de tratamientos biológicos específicos hacen que el abordaje psicosocial del paciente sea la variable más utilizada. El doctor José Ángel Arbesu, Coordinador de Salud Mental de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN) comenta que “el tratamiento se basa en una escucha activa, exploración física del paciente y, si son necesarias, pruebas complementarias y técnicas de psicoterapia. Es posible que, ante la sospecha de una enfermedad psiquiátrica, se envié al paciente a Salud Mental para instaurar tratamiento con psicofármacos o psicoterapia reglada. Pero en general todos vuelven todos al médico de Atención Primaria, pues es el especialista que debe realizar su seguimiento y valorar toda sus nuevos síntomas”.
Gasto sanitario
El uso continuo de los servicios sanitarios por parte de estos pacientes supone un gasto considerable para el Sistema Nacional de Salud debido a la solicitud de pruebas complementarias y al consumo del tiempo y del esfuerzo de los facultativos. En este sentido, Javier García Campayo asegura que “los estudios realizados en países como Estados Unidos y Gran Bretaña indican que los hiperfrecuentadores suponen el 10 por ciento del gasto sanitario total de un país desarrollado. Sobre todo por el impacto en el tiempo de dedicación de los profesionales y las pruebas complementarias”. Asimismo, una gestión adecuada en el abordaje y tratamiento de los hiperfrecuentadores pueden reducir de forma considerable el gasto sanitario. “Aparte de mejorar su calidad de vida, las intervenciones adecuadas consiguen disminuir el gasto sanitario entre un tercio y la mitad”, añade.
Hiperfrecuentación y Atención Primaria
Las habilidades comunicativas en la relación médico-paciente resultan básicas en la atención del hiperfrecuentador. En este sentido, el doctor José Ángel Arbesu Prieto señala que “la habilidad en la entrevista clínica es la herramienta clave tanto para el diagnóstico como para el tratamiento de estos pacientes, ya que las sucesivas pruebas complementarias no suelen aportar nada nuevo y los tratamientos farmacológicos prescritos no suelen mejorar de una forma definitiva al paciente”.
El papel del médico de AP es esencial y requiere un manejo adecuado de la empatía para motivar al paciente a llevar una vida normal. Por su parte, la atención a pacientes hiperfrecuentadores puede provocar en el médico frustración, ya que debe manejar muchos síntomas psicosomáticos de difícil comprensión. Por este motivo, es muy importante que estos profesionales adquieran una formación específica para el abordaje biopsicosocial y evitar, de este modo, el desgaste profesional.