Los jesuítas de Loyola pierden la vista ante ETA
La Lupa del YA. El provincial de la provincia de Loyola, que reúne las provincias vascas y Navarra, vuelve a tener problemas de juicio con respecto a la situación actual. Bajo su jurisdicción tuvo el caso de José María Auzmendi, jesuita, secretario del consejo de administración de Egunkaria, diario en euskera próximo a ETA, encarcelado y luego liberado. Mientras el jesuita Antonio Beristaín, catedrático de Derecho Penal y Director del Instituto Vasco de Criminología de la Universidad del País Vasco, fallecido en 2009, fundador del Foro El Salvador y defensor de las víctimas del terrorismo fue acosado por los nacionalistas y abertzales, amenazado y silenciado por el obispo de Setién. Es posible que el provincial vasco deba aprender del anterior general de la Compañía de Jesús y su carta ante el terrorismo en El Salvador de 1989. Comprueben y vean ambas cartas.
Ver Carta sobre ETA
Bilbao, 24 de octubre de 2011
A los compañeros jesuitas ante el último comunicado de ETA
Tras el anuncio de ETA de cesar definitivamente toda actividad terrorista os escribo estas líneas para sumarnos a la alegría general con que este comunicado se ha recibido en nuestra sociedad.
En este contexto doloroso y conflictivo que hemos vivido, los jesuitas, tanto de modo personal como institucional, hemos buscado formas de estar presentes en nuestra realidad social, intentando caminos de reconciliación. No siempre se ha entendido esta postura de la búsqueda de la paz. A veces hemos juzgado a los otros desde prejuicios ideológicos. Y algunas opciones y compromisos han costado a algunos compañeros nuestros desde amenazas de muerte, y tener que vivir con escolta, hasta un encarcelamiento injusto.
Estamos ante un tiempo nuevo que es razonable pensar que culminará con la desaparición de ETA. La construcción de una sociedad en paz y reconciliada es tarea de todos. Tenemos perdón que ofrecer, heridas que sanar, dolores que aliviar, odios que apartar, rencores que olvidar. La necesaria reparación a todas las víctimas y el derecho a la memoria son tareas que tienen su repercusión en nuestros compromisos pastorales, sociales, educativos e intelectuales.
Las cuestiones de las identidades culturales o la de las sensibilidades nacionales, con lo que implica para la configuración de nuestra sociedad y del conjunto del estado español, son un reto para nosotros y nuestras instituciones. En consecuencia deberemos comprometernos aun más con el diálogo y el entendimiento necesarios que anhelamos.
San Ignacio en la Fórmula del Instituto nos envía a la reconciliación (cf. n. 1) que es la misión del Resucitado. La última Congregación General también nos invita a ser instrumentos de reconciliación: En un mundo rasgado por la violencia, las luchas y la división, también nosotros somos llamados, junto con otros, para llegar a ser instrumentos de Dios, que “estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados” (2 Cor 5,19). Esta reconciliación nos llama a construir un nuevo mundo de relaciones justas, un nuevo Jubileo en el que, superando todas las divisiones, Dios restaura su justicia para todos. (CG 35, D.3, n.16)
Cuento una vez más con vuestra oración y apoyo, para que el Señor nos dé luz a todos en los nuevos caminos que se nos abren.
Fraternalmente,
Juan José Etxeberria sj Provincial
Carta del Padre General de la Compañía de Jesús a los jesuitas de todo el mundo:
"Dieron lo mejor de sí mismos por el pueblo salvadoreño"
A las 48 horas del asesinato de los jesuitas, el 18 de noviembre, el Padre General de la Orden, Peter-Hans Kolvenbanch dirigió a todos los Superiores Mayores de la Compañía de Jesús en el mundo esta carta, muy concreta, muy cristianamente parcial, en la que al avalar el trabajo de los jesuitas de la UCA describe la situación de persecución y violencia que precedió a sus muertes y la situación de injusticia en la que desarrollaron su misión.
"Es difícil expresar todo el horror que suscitan este crimen premeditado y estas tan inhumanas torturas. Nada puede justificar esta barbarie: ni la situación estratégica o la seguridad de la barriada en donde se encuentra la UCA, ni la orientación bien conocida de nuestra Universidad Católica, ni las actividades o los escritos de los jesuitas, que no han pretendido con todo ello sino dar lo mejor de sí mismos por el bien de la Iglesia y el pueblo salvadoreño. Lo que ha pasado es tanto más injustificable cuanto que esta muerte cruel ha tocado a personas -no jesuitas y jesuitas- absolutamente extrañas al conflicto político que está haciendo sufrir a la población de El Salvador desde hace ya años.
Sobre todo durante los últimos meses, nuestra Curia recibía informaciones, cada vez más precisas, que demostraban una intensificación en las violentas amenazas; se tomaba de mira a miembros de la Jerarquía y a los jesuitas y, nominalmente, al Rector de la UCA. No se trataba únicamente de medidas vejatorias respecto al personal, jesuita o no, que se consagra a los numerosos refugiados; ni solamente de bombas intimidatorias colocadas en las inmediaciones de la Residencia universitaria, sino de una deliberada y violenta campaña de prensa, que reclamaba la expulsión de determinados jesuitas.
Grupos extremistas, algunos de los cuales hasta se jactan con la denominación de "escuadrones de la muerte", rechazaban cualquier tentativa que mirara al logro de una paz justa y duradera para El Salvador y para el conjunto de América Central.
Cuando tuve allí mismo hace un año la oportunidad de encontrar personalmente a casi todas estas víctimas, sobre todo durante la visita a los lugares donde les han precedido Monseñor Romero y el Padre Rutilio Grande, no pude por menos de notar que eran conscientes de que el Señor pudiera pedirles también a ellos la vida como participación en su Pasión; una vida que, como Compañeros de Jesús, ya han entregado al encarnar toda su actividad en el "suscipe" de amor de los Ejercicios Espirituales.
Aunque la gran mayoría de los jesuitas asesinados habían nacido en España, ninguno de ellos había pensado en abandonar el pueblo y el país que han amado tanto, y han preferido, según la tradición misionera de la Compañía, aceptar hasta el fin los sufrimientos del pueblo salvadoreño. Por desgracia, su sacrificio es uno más, que se une al de centenares de hombres y mujeres, víctimas de los combates y represalias que se engloban en ese círculo infernal de la violencia y de la muerte.
Que el eco que la opinión pública mundial está ya dando a las atrocidades cometidas en la Residencia de la UCA sirva para llevar ala paz a esta región del mundo, frecuentemente olvidada, y ayude a ese pueblo trabajador y valiente, que bien merece una mayor justicia y atención a sus aspiraciones en el respeto de sus derechos humanos. Los numerosos y emocionados testimonios que nos van llegando en estos días a la Curia serán para toda la Compañía de Jesus y en particular para los jesuitas de Centroamérica, un consuelo y al mismo tiempo un aliento para perseverar siguiendo las huellas de nuestros hermanos asesinados.
De acuerdo con el Padre Provincial, espero hacerme presente en El Salvador durante la Navidad para encontrar a los jesuitas de la Provincia y recordar con ellos ante el Señor el asesinato de nuestros hermanos. El próximo lunes por la tarde, en la Iglesia del Gesu, les tendremos particularmente presentes, cuando unidos por la fe en el Señor Resucitado, celebraremos la Eucaristía, rogando para que sean liberados verdaderamente de la muerte nuestros hermanos difuntos, por el consuelo de sus familias y de todos aquellos que los han conocido y, según el espíritu de Cristo, como signo de perdón, por quienes los han conocido y comprendido tan mal. Estoy seguro de que toda la Compañía, de un modo o de otro, se sentirá asociada a nuestras oraciones.
Peter - Hans Kolvenbach, sj.
Roma, 18 noviembre 1989